jueves, 17 de junio de 2010

Un viaje de 10,000 Kilómetros:

En el verano del año 1959, teniendo yo la edad de 14 años, emprendimos toda la familia, incluida una prima invitada, (en ese entonces todavía no vivía con nosotros mi Prima María Inés) un fantástico viaje en una camioneta “Dodge Sierra” tipo “guayin” (no había Suburban) que sólo tenía dos asientos y un espacio en la parte de atrás para equipaje que fue habilitado para que mis dos hermanos menores viajaran ahí, ya que el equipaje se puso en una parrilla con bolsa en el techo de la camioneta.

En el asiento delantero viajábamos mi Papá, mi Mamá y yo y en el asiento trasero mis dos hermanos mayores y mi hermana Elena y mi Prima “Rocho” .

La primer jornada, salimos de Monterrey y dormimos en la ciudad de Durango y el segundo día salimos de Durango rumbo a Guaymas, Sonora y sólo estuvimos un día para de ahí irnos a Mazatlán, Sinaloa donde si estuvimos varios días e incluso salimos a pescar a altamar y entre mi Padre y mis hermanos mayores pescaron tres peces marlin y dos tiburones.

De Mazatlán nos dirigimos a San Diego California y pernoctamos en un pueblito llamado Gila Bend en pleno desierto y recuerdo que el agua estaba muy caliente y no nos pudimos dar un baño.

Al llegar a San Diego, mi Padre contrató un guía – chofer bilingüe que nos facilitó mucho las cosas y así pudimos visitar muchas cosas entre ellas el zoológico de San Diego el cual recuerdo que lo recorrimos en un pequeño trenecito que nos condujo por todo el mismo y con explicación de todo lo que íbamos viendo.

De San Diego, nos fuimos a Los Angeles y nuevamente mi Padre contrato un guía – chofer bilingüe que nos facilitó todo nuestro recorrido en la ciudad.

Por cierto, al llegar a Los Angeles, mi padre que había estado ahí dos años antes, reconoció el hotel donde se había hospedado y se estaciono frente al hotel y aunque un agente de tránsito le indicaba que no se podía estacionar, como quiera lo hizo y al llegar a la administración, le dio la llave al de la recepción para que estacionara la camioneta y no hubo mayor problema.

En los Angeles, nuestra principal visita fue conocer Disneylandia, la cual fue un sueño hecho realidad y regresamos varios días porque no es posible conocerla en un solo día.

De los Angeles nos movimos a San Francisco y nuevamente mi Padre contrató un guía – chofer bilingüe que también nos facilitó mucho para poder conocer la ciudad.

En San Francisco conocimos el barrio chino, el puente Golden Gate, el puente de Oakland, los tranvías tradicionales de cable y una calle muy pintoresca que va bajando con vueltas continuas.

De San Francisco nos movimos al Parque Nacional Yosemite en el que dormimos en una carpa en catres y cocinaba mi Madre en una estufa de leña.

En ese parque conocimos el Lago el Capitán, vimos osos en su estado natural y conocimos árboles gigantescos, e incluso pasamos en uno de ellos con todo y camioneta en medio de su gigantesco tronco.

Del Parque Yosemite, nos movimos al Gran Cañón del Colorado y realmente fue impresionante conocer su inmensa anchura y profundidad.

Después del Gran Cañón, emprendimos el viaje de regreso a Monterrey atravesando Albuquerque, Nuevo México y el estado de Texas.

Como anécdota interesante que recordar, es que mi Padre no hablaba inglés y al llegar a cada hotel, sacaba su talonario de cheques de viajero y decía: tri rums tu beds y mostraba nuevamente los cheques de viajero y no importaba lo que le dijeran, el repetía siempre: tri rums tu beds.


En otra ocasión, empezó a fallar la camioneta en una cuesta empinada y se regresó a un pueblito que acabábamos de pasar y llegó con un mecánico que sólo hablaba ingles, y a señas le dijo que la camioneta estando horizontal (haciendo la seña con la mano) estaba “good” y que cuando subía (haciendo señas con la mano que era una subida) estaba “bad” y movía la mano para adelante y para atrás como si la mano fuera la camioneta y estaba fallando, a lo que el mecánico, después de examinar la camioneta dijo: “the pump no good” a lo que mi padre respondió: “the pump no good” , “change pump”, y el mecánico cambió la bomba de gasolina por una nueva y tranquilamente pudimos reanudar el viaje y mi Padre estaba muy orgulloso que con su rudimentario inglés pudo salir adelante.

Otra anécdota es que yo ya me estaba cansando de pedir siempre en los restaurantes: “hamburger and coke” y en una ocasión me anime a pedir: “eggs” y el mesero me pregunto en inglés que cómo los quería y yo le respondí muy contento de que iba a poder comer huevo en lugar de hamburguesa: “as you like, i like” y el me respondió: “i Dont like eggs” y nuevamente iba a pedir “hamburger and coke” cuando otro mesero de origen mexicano me auxilió y de esa forma ya pude pedir huevos para desayunar y además me enseñó como ordenarlos.

Finalmente, una anécdota muy simpática fue cuando en un restaurante, después de habernos surtido lo que habíamos ordenado, al retirarse el mesero, mi hermano Raúl le gritó al mesero: “hey mesero: faltan los frijoles y las tortillas”

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