jueves, 17 de junio de 2010

Tributo a mi Padre


Como un reconocimiento a su memoria, reproduzco a continuación un escrito que le dediqué a mi Padre, que escribí el día de su funeral y que titulé:

Un Tributo a mi Padre

UN TRIBUTO A MI PADRE,

DON ROSENDO QUINTANILLA TORRES

Marzo 1 de 1915 – Julio 4 de 2001




Fuiste inquieto desde niño,
te gustó como cualquier niño,
jugar y hacer travesuras,
algunas de las cuales nos compartiste,
como te las ingeniabas para sacar de sus nidales algunos de los huevos que ponían las gallinas que tenían en la casa de tus padres para después vendérselos,
ya “pintabas” para comerciante.

Sin embargo,
te hiciste adulto desde la temprana edad de 12 años,
edad en la que comenzaste a trabajar.

Nos contabas que habías obtenido dos “títulos”,
Primaria Elemental y Primaria Superior,
siempre comentaste que habías estudiado en la “Universidad de la Vida” y que tenías cultura de “Selecciones”,
siempre te gustó leer y cultivarte y con gusto y sin recelo compartías tus experiencias;
aprendiste de tus mayores,
lo que en temprana edad te faltó,
y siempre supiste respetar y fuiste respetado.

Nos enseñaste con frases y dichos la gran experiencia que la vida te brindó,
frases que hasta la fecha adoptamos como propias y que reflejan la gran sabiduría con que Dios te premió.

“El saber mucho perjudica” refleja que algunas veces es preferible no saber “tanto” porque al fin de cuentas es la práctica y la sencillez lo que decide y no precisamente el “conocimiento”.

“Luego te explico” refleja un constante presente que normalmente la gente no entiende, ya que siempre quiere saber qué es lo que sigue sin disfrutar lo que se tiene.

“Es negocio ser honrado” una de las frases que siempre tendré presente, ya que tendrás siempre el orgullo de no haber debido nada a nadie y además de que nadie nunca jamás habló mal de ti.

Siempre recordaré que jamás hablaste mal de nadie ni guardaste nunca el mínimo rencor hacia persona alguna.

Es incontable la cantidad de personas que ayudaste o apoyaste y que jamás tampoco lo mencionabas, ya que siempre lo hacías desinteresadamente, aun después de tu partida, nos seguimos enterando de algunas personas cercanas que ayudaste.

No puedo dejar de recordar que siempre contaste con el apoyo absoluto de Mamá Elena, tu fiel compañera que te acompañó en el camino de la vida por más de 50 años de casados y que te precedió en el viaje final por más de 6 años, y que juntos siempre tuvieron una casa “abierta” para todos los familiares y amigos.

Tal vez, para algunos, tenías una imagen “ruda”, ya que nadie escapaba de tus bromas y cábalas, sin embargo, siempre fueron sin saña ni dolo, ya que tu siempre ágil mente sabia preparar algún “chascarrillo” para aquella persona que se te ponía enfrente.

Tu mismo te fabricaste bromas y apodos con tu siempre ágil sentido del humor; recuerdo entre otras “Don brújulo “ en la que tu mismo te reías de tu falta de sentido de orientación.

Una sobrina muy querida por todos que siempre festejaba con sana y entusiasta alegría tus chistes, aunque fueran repetidos, como aquel del señor que se llamaba Genovevo de la O y que preguntaba el sordito “eh?” y contestaba Genovevo “o”, a lo que finalmente el sordito decía “a”, pues bien, te fue relativamente fácil decirle que de aquí en adelante ibas a numerar tus chistes para no tener que repetirlos por completo, sólo ibas a mencionar en adelante el número del chiste, y comenzaste a decirle “la catorce”, con lo que bastaba para que esta sobrina se desternillara de risa. (Algunas veces intenté decirle a esta sobrina “la catorce” y sólo se me quedaba viendo sin reírse, por lo que deduje a edad temprana que no hay que saberse los chistes, sino que hace falta gracia para contarlos).

Numerosas anécdotas nos platicaste, que aún parece que las estoy escuchando, cómo aquella de las botellas de vidrio que se amarraban una a cada lado de la cabeza de la silla de montar para “que no se pelearan” y fueran a terminar rompiéndose, o como de las peripecias que tenían que hacer para trasladar mercancía al cruzar un arroyo, (ya que en ese entonces todavía no había pavimento) ya que era preferible descargar el camión antes de cruzar el arroyo, cruzar el camión vacío para que no se maltratara y se pudieran romper las flechas, ya que no habían refaccionarias por doquier como actualmente, y finalmente cruzar a mano la mercancía, maniobra que había que repetir en cada arroyo, por lo que un recorrido que actualmente hace un trailer de más de treinta toneladas en unos cuantos minutos, era un recorrido de más de un día con la flamante carga de “una tonelada” que era la capacidad de los camiones de entonces.

Cuando en 1969 llegó el hombre por primera vez a la Luna, a mí me causó una gran impresión y me dio curiosidad preguntarte qué adelanto científico te había causado mayor impresión, ya que desde tu nacimiento, habías sido testigo de grandes adelantos, a lo que me respondiste que fue el radio lo que te había impresionado grandemente cuando por primera vez escuchaste la voz de un locutor ya que pudiste escuchar su voz en un radio de baterías, por cierto enormes, en un cuarto cerrado y sin necesidad de ningún alambre o cable externo como en el caso del telégrafo o del teléfono, y que te habían dado la explicación de que eran transmitidas por “ondas” a través del aire, y que esa explicación enseguida la aplicaste a todos los nuevos adelantos que no se podían explicar en forma tan sencilla, y me interrogaste sobre si no era por medio de “ondas” que los astronautas se podían comunicar a la tierra, y con eso diste por terminada tu explicación.

Otro de tus comentarios favoritos sobre los nuevos descubrimientos era de que los Médicos habían “inventado” la palabra “virus” para así poder dar una explicación cuando no podían detectar fácilmente la causa de una enfermedad.

Recuerdo también, por otro lado, que sabías reconocer cuando otra persona sabía algún oficio que tu no dominabas, y a esta persona lo llamabas “sabio”; así para ti era normal que contrataras a un “sabio” plomero o eléctrico o mecánico automotriz, etc.

Te encantaba presumir que podías conseguir cosas a muy bajo precio en el mercado (antes no había supermercados) hasta que una comadre te encargo que si por favor le comprabas un poco de esa mercancía barata, y con el dinero que te dio por supuesto que no te alcanzó, por lo que enseguida cambiaste tu estrategia y al terminar de presumir lo bajo que habías conseguido algo, añadías “no es cierto, pero como quiera es barato”.

Admiraste y reconociste a quien lo merecía, y uno de ellos fue tu suegro, mi abuelo Don Romualdo Del Campo, un Español que llegó de España a principios del año 1900, y entrando por el puerto de Tampico, se estableció en Cd. Valles, S.L.P. y al establecerse finalmente con un comercio llamado “La Colmena”, logró comerciar directamente y ser representante de las grandes empresas de Monterrey, así como también fundó la primera compañía de Luz, la primera línea de tranvía y donó los terrenos que se destinaron para la Cruz Roja y la actual Catedral.

Me viene este recuerdo porque desde mi nacimiento hasta mis veinte años de edad, viajamos a esta Ciudad para pasar Navidad, Semana Santa, en verano varias semanas, día de muertos y algunas otras fechas, por lo que los viajes por carretera eran numerosos, y cuando mis demás hermanos y hermanas éramos pequeños, el día destinado a viajar mi Madre cuidaba celosamente que nadie perturbara tu “siesta”, ya que viajábamos al atardecer y después de cenar unos deliciosos “lonches” que Mamá preparaba con esmero, el resto del viaje era con nosotros dormidos, ya que de este modo no dábamos tanta “lata”, y al llegar a nuestro destino, sentía como era transportado amorosamente por ti hasta una placentera cama donde terminaba de pasar el resto de la noche.

Cuando fuimos creciendo, esta maniobra ya no se utilizó más y ahora los viajes fueron de día, por lo que te esmeraste en hacernos ameno el viaje y nos hiciste “descubrir” muchos lugares del camino que realmente creí que así se llamaban, como por ejemplo: “el puente de los quesos”, lugar en el que invariablemente te detenías por supuesto a comprar quesos, o la muy “famosa” para todos nosotros, “cueva de los feroces” que se encuentra en una región llamado El Abra después de pasar Cd. Mante, Tamps. y que por más atentos que estuviéramos, nunca logramos ver a ningún “feroz”, hasta que se nos ocurrió preguntar que tipo de animal era un “feroz” y descubrimos que era sólo para mantenernos entretenidos y no estuviéramos preguntando “cuánto falta para llegar”, ya que nosotros mismos podíamos deducir que si pasábamos por determinados puntos del camino, cada vez nos acercábamos más a nuestro destino.

Otro “truco” infalible para acortar el tiempo de viaje era este: “duérmete y verás que pronto llegamos”.

Cuando niños pequeños, al llegar a Cd. Valles, nos dabas un peso a cada quien para que lo gastáramos como quisiéramos, lo cual era para nosotros toda una aventura, ya que siendo el pueblo chico, podíamos caminar libremente por las calles alrededor de la casa a la que llegábamos, la cual no distaba más de cuatro cuadras y ya estábamos en el mercado local el cual tenía una gran variedad de cosas en las cuales podíamos gastar libremente nuestra pequeña fortuna, o bien, caminábamos media cuadra y nos íbamos al estanquillo “El Bosque” que atendía un “viejito”, al menos para nosotros así lo parecía, llamado “Don Tomás”, y ahí podíamos tomar una limonada o un refresco.

Aprendimos también que en Cd. Valles a las “sodas” les decían “refrescos” y a todo lo no embotellado le llamaban “limonadas”, por lo que era muy común escuchar “¿de qué sabor van a querer sus limonadas?”.

Cuando fuimos creciendo, nos pudimos dar cuenta que una gran parte de esa población entre la que nos movíamos, eran parientes por tu lado o por el de Mamá, o bien, eran amistades tuyas y de Mamá y nunca reparamos en que si siempre nos trataban bien, era por lo que tu y Mamá habían sembrado.

Una grande pero sencilla lección de comercio la obtuvimos de una forma muy sencilla; nos compraste una caja de chocolates americanos que su costo era de 10.00 pesos de entonces (que tu financiaste y nunca nos cobraste), y al venderla al menudeo, a un peso por pieza (24 piezas) teníamos muy buena ganancia (lección de venta al menudeo) pero también aprendimos que al venderla al mayoreo a 16.00 pesos, también teníamos un buen margen y no tardábamos tanto en venderla (lección de venta al mayoreo). También aprendimos que el ciclo de venta tiene su propio tiempo, por lo que tan seguido podíamos hacer este tipo de operaciones.

Al continuar creciendo, siempre nos dijiste que estar preparados con estudios superiores haría más fácil desarrollarnos en nuestra vida y sé que hiciste un gran esfuerzo por sacarnos adelante; ahora lo sé como padre.

Sé también que junto con Mamá hiciste sacrificios y te alegraste con nuestras alegrías y sufriste con nuestros sufrimientos; nunca olvidaré cuando con lagrimas en tus ojos me pediste perdón por un regaño equivocado....... cuando en realidad yo debía pedirte perdón por todas aquellas cosas por las que no recibí regaño alguno y que con tu sola mirada me era suficiente para saber que debía enmendar el rumbo.

Cuando llegamos a una edad en la que empezamos a salir por nuestra cuenta, recuerdo que al darnos la llave de la casa, (nos dijiste que como era nuestra casa, no debíamos andar tocando la puerta para entrar a nuestra propia casa), nos hiciste estas recomendaciones:

Pueden ir a donde quiera que gusten............ siempre y cuando puedan platicar a donde fueron.

Digan a que hora van a regresar y regresen a esa hora, porque después de esa hora pensaré que algo pudo pasarles e iré a buscarlos.

Respeten la casa y jamás regresen deshonrándola en estado inconveniente.

Por motivo de mi tartamudez, que me ocasionó serios problemas en la escuela por las risas que causaba a mis compañeros, luchaste incansablemente para que pudiera superar mi problema y salir adelante gracias a tu apoyo y el de Mamá.

Cuando la enfermedad de nuestro hermano Juan Manuel, supiste erigirte en un gran líder y luchador incansable que hizo todo lo posible para ayudarlo a seguir adelante; tanto fue así que tal vez hasta ahora sabrás que no sólo fuiste para nosotros un gran ejemplo, sino que desde entonces, a pesar de su temprana edad, nuestro hermano Juan Manuel calló en repetidas ocasiones su sufrimiento para no mortificarte y agregar más pena a tu dolor.

Ya en ese entonces tenías penalidades económicas por todos conocidas, y sin embargo, jamás te quejaste, a pesar de que sabíamos que era por una injusta situación por la que jamás guardaste rencor alguno.

Cuando empezamos a trabajar, te pregunté en que podía ayudar a la casa, y me contestaste que mucho ayudaba si no pedía, y además me sugeriste que entregara a Mamá mi primer sueldo como algo simbólico.

Recuerdo también tus palabras de aliento cuando recibí correspondencia tuya al estar tomando un curso de capacitación en la Cd. de México y siempre tendré presente tu frase al firmar: "con mi cariño invariable” frase que ahora yo también uso para con mis hijas en algunas ocasiones.

Cuando empezamos a “noviar”, siempre respetaste nuestra decisión y jamás cuestionaste a nuestra relación, sino más bien, junto con Mamá, nos diste apoyo y aliento.

Compartiste tus experiencias y quisiste que nosotros aprendiéramos de las mismas, a tal grado que apoyaste en todo a nuestras parejas a medida que nos fuimos casando.

Con orgullo comentabas que anteriormente tenías tus inversiones en hijos e hijas y que posteriormente la tenías en nueras y yernos y después en nietos y nietas; sabías gozar el don de la vida al vivirla con los demás. Dios te premio también al concederte conocer a dos bisnietas y un bisnieto.

Otra gran enseñanza que me queda de ti es aquella en que una vez me dijiste, ya de casado, que un Padre podría tal vez dar un consejo equivocado, pero jamás podría dar un consejo mal intencionado.

Sé que tuviste muchas satisfacciones en la vida y quiero que sepas que en este pequeño pero significativo homenaje póstumo quiero reiterarte que siempre estaré en deuda contigo y con Mamá y que haré siempre lo mismo y lo mejor para mi familia y procuraré estar unido con mis hermanos y hermanas tal como tú y Mamá siempre lo desearon.

Descansa y “vive” en paz, tu misión fue cumplida con creces y nos dejas un gran legado de sabiduría y enseñanzas que sabremos ejercer con responsabilidad.

En esta vida podré arrepentirme de muchas cosas, pero jamás me arrepentiré de los momentos que pasé contigo.


“Con mi cariño invariable”


Tu hijo Marcos



P.D. Goza ahora con Dios de lo que merecidamente ganaste en tu vida.

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