Esta anecdota nos la compartio su Hermano mas chico, Juan Manuel, a 3 años de su partida:
Así era Marcos
No recuerdo la fecha, yo tendría entre 6 y 8 años de edad. Allá por los primeros años de la década de los 60´s. Vivíamos en la vieja casa de Venustiano Carranza, y me hice amigo del vecino de al lado, que sólo recuerdo se llamaba Beto. En la esquina de la casa había una Farmacia Regina (después Farmacia Benavides), y en el mostrador junto a la caja exhibían para la venta lo de siempre, chocolates, chicles, caramelos, y algunos pequeños juguetes, entre ellos unos caballitos de plástico que me gustaban mucho, ideales para jugar a “Indios y Vaqueros”.
Beto era un poco mayor que yo, y me enseñó lo fácil que era tomar esos caballitos sin que la cajera se diera cuenta; y a ese razonable precio fui formando mi colección, animado por ese sentimiento equivocado de que “mientras no te pesquen” no pasa nada.
Días después por algún motivo me preguntó Marcos sobre el origen de esos caballitos, y yo, de presumido, le platiqué muy orgulloso de mi hazaña de conseguirlos en forma gratuita. Tal vez pensé (no me acuerdo porque hace muchos años de esto) que me iba a felicitar o a preguntarme cómo exactamente lo hacía. Pero, ¿qué creen?, por supuesto mi hermano Marcos, que era un adolescente de aproximadamente 15 años, desaprobó rotundamente mi actuar, y me dio dos opciones: 1) devolver a la farmacia los juguetes robados, o 2) le diría a mis papás. Ya se imaginarán que elegí la primera opción, ya que por más penoso que fuera, era mejor que enfrentar a mis papás, y me estaba “cayendo el veinte” de que lo que había hecho no era ninguna gracia.
Para cumplir con su propósito, Marcos me acompañó hasta la puerta de la farmacia, vigilando que cumpliera con el compromiso. Le devolví los caballitos a la cajera, que se sorprendió como si fuera más normal ser “tranza” o “ratero” que ser honesto. Regresamos y Marcos cumplió su promesa de no contar lo acontecido a mis papás.
Ésta fue una experiencia que marcó mi vida y que siempre le he agradecido a Marcos. Muchos años después, sin saber que Marcos moriría un año después, decidí darle las gracias a Marcos por haberme abierto los ojos ante lo que parecía una travesura, y que en realidad era un acto delictivo, un pecado, y una ofensa a Dios. No sé qué hubiera pasado si Marcos no se da cuenta de esto y si no hubiera hecho lo que hizo. Lo que sí sé es que influyó en mí para toda la vida.
Cuando le di las gracias, se extrañó mucho, diciendo que no se acordaba, yo creo más bien que asumió que hizo lo que debía hacer, lo cual le agradezco infinitamente.
Sirva este escrito como un reconocimiento a mi hermano Marcos, y como un ejemplo de cómo podemos impactar las vidas de los demás, “haciendo lo que es correcto”, aunque otros no lo hagan, y aunque no se den cuenta.
No es fácil hoy en día ir “en contra de la corriente”, y Marcos tenía un gran valor, y una firme convicción, dignas de reconocer, admirar e imitar.
Juan Manuel Quintanilla del Campo
Gracias Tio Juan, por compartirnos esta historia tan bonita!
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