domingo, 12 de septiembre de 2010

CARTA POR TIA CRISTINA

AL DIOS QUE DA LA VIDA, A MARCOS Y A LOS AQUI REUNIDOS!

Marcos, delante de nosotros
apremias tu paso para mostrar el camino
asumes el dolor que te transforma
en antorcha de triunfo y destino

Dios nos presta la vida, dijiste
y adelanta su amor para que lo ame
si hay debilidad, estan sus meritos
como fruto de su amor, el cielo es mio

Y en vocacion de entrega silenciosa
fuiste hijo, hermano, esposo, padre cariñoso,
compañero fiel, franciscano, amigo

Tu paso sencillo y tu prudencia
sublimo en extraordinario lo ordinario
ministro de amor y de esperanza
agradecemos Marcos tu legado

A Dios gracias por tu vida
en Dios la tristeza y el gozo
de la ausencia-presecia
a todos los aquí reunidos
Tuly, Tuly chica, Beto, Veto, Ruben,
Angela, Karla, Familia Quintanilla
y Familia Treviño, nos hermanamos
en un profundo abrazo
de agradecimiento y cariño.

Cristina Gonzalez de Treviño
Junio 18, 2006

GRACIAS PAPA!

Agradecimiento leido en una de las misas de mi Papá a todas las personas que estuvieron con nosotros y nos acompañaron con un cariño incondicional!

GRACIAS PAPA!

Gracias Papi por ser el mejor padre, por siempre recordarnos a cada una lo especial que somos y por querernos por igual.

Gracias por ser ejemplo de valentia y fortaleza.

Gracias por ser un gran compañero y amigo. Por saber escucharnos y aconsejarnos siempre, por compartir con nosotros tus anécdotas, tus travesuras de niño, tus aventuras de campamento...

Gracias por apoyar y querer a nuestros esposos y amigos incondicionalmente.
Por enseñarnos que hasta el último momento se puede conseguir lo que uno quiere: ¡Lograste que te ordenaran Franciscano!

Siempre paciente, siempre sonriendo, siempre bromeando, siempre pensando en los demás...

Hasta en los últimos momentos tu mirada era de calma y optimismo.

¡Te queremos mucho y sabemos que estarás con nosotros siempre!

A todos ustedes:
Estamos muy agradecidas por todas las muestras de cariño y apoyo que hemos recibido en los últimos días. Mi Papá debe de estar muy contento pues sabemos que estamos cosechando todo lo que el sembró durante su vida.

Estos momentos son menos difíciles gracias a que han estado con nosotros apoyándonos. Hasta ahora mi Papá sigue cuidándonos y envíandonos su cariño a través de todos ustedes. Gracias por quererlo y acompañarlo siempre.

Un gran deseo que Papá tenía era que sus nietos pudieran conocer quien era su abuelo Marcos. De hecho encontramos un documento que el ya preparó para ellos con la historia y fotos de su vida. Para poder completar este deseo necesitamos que nos ayuden compartiendo por escrito anécdotas, recuerdos e historias que tengan de él. Nos gustaría documentar todas esas memorias y poder compartirlas con los futuros nietos de nuestro Papá.

Muchísimas gracias de nuevo por todo su cariño y apoyo.
¡Los queremos mucho!

Tuly, Vero, Angie y Karlis

lunes, 21 de junio de 2010

Asi era Marcos, por Juan Manuel Quintanilla del Campo

Esta anecdota nos la compartio su Hermano mas chico, Juan Manuel, a 3 años de su partida:

Así era Marcos


No recuerdo la fecha, yo tendría entre 6 y 8 años de edad. Allá por los primeros años de la década de los 60´s. Vivíamos en la vieja casa de Venustiano Carranza, y me hice amigo del vecino de al lado, que sólo recuerdo se llamaba Beto. En la esquina de la casa había una Farmacia Regina (después Farmacia Benavides), y en el mostrador junto a la caja exhibían para la venta lo de siempre, chocolates, chicles, caramelos, y algunos pequeños juguetes, entre ellos unos caballitos de plástico que me gustaban mucho, ideales para jugar a “Indios y Vaqueros”.

Beto era un poco mayor que yo, y me enseñó lo fácil que era tomar esos caballitos sin que la cajera se diera cuenta; y a ese razonable precio fui formando mi colección, animado por ese sentimiento equivocado de que “mientras no te pesquen” no pasa nada.

Días después por algún motivo me preguntó Marcos sobre el origen de esos caballitos, y yo, de presumido, le platiqué muy orgulloso de mi hazaña de conseguirlos en forma gratuita. Tal vez pensé (no me acuerdo porque hace muchos años de esto) que me iba a felicitar o a preguntarme cómo exactamente lo hacía. Pero, ¿qué creen?, por supuesto mi hermano Marcos, que era un adolescente de aproximadamente 15 años, desaprobó rotundamente mi actuar, y me dio dos opciones: 1) devolver a la farmacia los juguetes robados, o 2) le diría a mis papás. Ya se imaginarán que elegí la primera opción, ya que por más penoso que fuera, era mejor que enfrentar a mis papás, y me estaba “cayendo el veinte” de que lo que había hecho no era ninguna gracia.

Para cumplir con su propósito, Marcos me acompañó hasta la puerta de la farmacia, vigilando que cumpliera con el compromiso. Le devolví los caballitos a la cajera, que se sorprendió como si fuera más normal ser “tranza” o “ratero” que ser honesto. Regresamos y Marcos cumplió su promesa de no contar lo acontecido a mis papás.

Ésta fue una experiencia que marcó mi vida y que siempre le he agradecido a Marcos. Muchos años después, sin saber que Marcos moriría un año después, decidí darle las gracias a Marcos por haberme abierto los ojos ante lo que parecía una travesura, y que en realidad era un acto delictivo, un pecado, y una ofensa a Dios. No sé qué hubiera pasado si Marcos no se da cuenta de esto y si no hubiera hecho lo que hizo. Lo que sí sé es que influyó en mí para toda la vida.
Cuando le di las gracias, se extrañó mucho, diciendo que no se acordaba, yo creo más bien que asumió que hizo lo que debía hacer, lo cual le agradezco infinitamente.

Sirva este escrito como un reconocimiento a mi hermano Marcos, y como un ejemplo de cómo podemos impactar las vidas de los demás, “haciendo lo que es correcto”, aunque otros no lo hagan, y aunque no se den cuenta.

No es fácil hoy en día ir “en contra de la corriente”, y Marcos tenía un gran valor, y una firme convicción, dignas de reconocer, admirar e imitar.

Juan Manuel Quintanilla del Campo

viernes, 18 de junio de 2010

Algunas cosas que quedaron inconclusas de contar:

MI experiencia “en vivo” en ver cómo el hombre llegaba por primera vez a la luna:

La respuesta de mi Padre cuándo le pregunté que adelanto histórico le había impactado más:

El fallecimiento, el 16 de Dic. De 1969 a la edad de 97 años, de mi Abuelita Merceditas:

Mi primera compra de una motocicleta:

MI primer carro:

Mi primera compra de un terreno:

Mi segundo carro:

Mi mudanza a Tampico, Tamps.:

Mis logros y experiencias en mi trabajo:

Mi boda y luna de miel:

Mi tercer carro:

Mi regreso a Monterrey:

Mis logros y experiencias en mi trabajo:

Cuando acepté una oferta de trabajo aparentemente mejor que la que tenía:

Cuando regresé a mi trabajo anterior:

Mis logros en mi trabajo:

El fallecimiento de mi Padrino Marcos el 4 de mayo de 1984:

La construcción de mi primera casa:

Casa de Mirasierra

El fallecimiento de mi Madrina Rebequita el 27 de Abril de 1988:

Cuando opté por trabajar en forma independiente:

Mis logros como trabajador independiente:

Los 50 años de casados de mis Padres:

Mi primer viaje a Europa:

El fallecimiento de mi Madre el 17 de Febrero de 1995 a la edad de 73 años:

Un tributo a mi Madre:

La construcción de mi segunda casa y los comentarios de mi Padre:

La bendición de mi segunda casa y los comentarios de mi Padre:

El fallecimiento de mi Padre el 4 de Julio de 2001 a la edad de 86 años:

Un tributo a mi Padre:

Los consejos y enseñanzas de mi padre:

La primera boda de una de mis hijas, Angela:

La petición de mano:

Las Naciones Unidas en mi casa:

La segunda boda de otra de mis hijas, Tuly:

La petición de mano:

MI primer viaje a Chiapas:

La segunda visita a Chiapas:

Tuly y Beto con su casa de fondo

La tercera boda de otra de mis hijas, Verónica:

La petición de mano:

Mi primer viaje a Vancouver:

Con Angela en Vancouver

Mis pasatiempos actuales:

Mis planes a corto, mediano y largo plazo:
Mi hija Karla:
Mi hija Karla, nacida el 13 de Julio de 1984 en Monterrey, soltera y estudiando Lic. en Ciencias de la Comunicación en el Tec de Monterrey.

Detalles del nacimiento de Karla, mi cuarta hija:

Ya con el período de gestación de este cuarto embarazo, pudimos saber el sexo del bebe antes del nacimiento ya que ya había aparatos que así lo podían detectar.

El período de gestación transcurrió en forma normal y sin ningún contratiempo y, al igual que el parto anterior, me decidí a entrar a la sala de partos, y ya con la experiencia anterior me sentía “todo un experto”; sin embargo, a la hora del parto me sentí muy mareado y sentía que me iba a desmayar y miré de reojo a mi espalda para ver que tan lejos estaba la pared para apoyarme, pero estaba un poco lejos y entonces “murmuré” en palabras inteligibles que ya me iba a salir de la sala de partos, y cuando ya estaba en camino de la sala de espera, mi cuñada Cristina me preguntó: “que te pasa Marcos, porqué estás tan pálido” y entonces me di cuenta que casi me desmayaba y que tenía toda la sangre en los tobillos.

En ese entonces estábamos construyendo una casa nueva en la Col. Mirasierra y habíamos pospuesto la desición de hacer una estancia familiar o una recámara adicional en caso de que el nuevo bebé fuera hombre, así que Tuly le habló a la Arquitecta para decirle que no era recámara sino estancia familiar el cuarto que estaba pendiente de decidir su uso.

Como el embarazo anterior de nuestra hija Angela había resultado un poco problemático, y este embarazo resulto súper tranquilo, dentro de la normalidad, sin querer, “programé” a Karla al decirle en repetidas ocasiones frases como:

“Bienvenida a nuestra Familia.”

“Has venido para ser la alegría de nuestro hogar y vínculo de unión con tus hermanas.”

“Estás llamada para hacer grandes cosas en la vida. “
Mi hija Angela:

Mi hija Angela, nacida el 4 de Agosto de 1980, estudió Lic. En Relaciones Internacionales en el Tec de Monterrey trabaja actualmente en una Escuela de Idioma Inglés en Vancouver y vive en Vancouver, Canadá.

Detalles del nacimiento de Angela, mi tercera hija:
Angela, nació casi 5 años después de Verónica porque no estábamos seguros de si quedarnos con 2 o con 4 ya que así estaba en nuestros planes desde que ramos novios, nunca pensamos en 1. 3 o 5.

Cuando por fin nos decidimos, seguimos el procedimiento normal de las visitas mensuales al ginecólogo hasta que en el mes 8 del embarazo, un viernes para ser exacto, nos alarmó el doctor diciendo que escuchaba muy débil el corazón del bebe (que tampoco sabíamos su sexo) y pasamos un fin de semana haciendo toda clase de conjeturas por lo que finalmente supimos que se conoce como “sufrimiento fetal” por lo que nos pusimos en oración y nos encomendamos a Dios rogando que el bebé no sufriera daño alguno.

Finalmente, el lunes siguiente se programó el parto y en esta ocasión fue cesárea por ser antes de termino y no ocasionar daño al bebe y como yo anteriormente había decidido entrar a la sala de partos, el ginecólogo hasta pocos momentos antes de la hora del parto me dio permiso de entrar, y tuve que ponerme bata, pantalones y zapatos de tela y tapabocas y asearme y desinfectarme junto con los doctores y enfermeras que iban a atender el parto, de tal manera que cuando entré a la sala de partos, las enfermeras se preguntaban que quien era ese “doctor” de barba, ya que en esa época me deje por un par de años la barba completa.

Fue una experiencia indescriptible el ver el nacimiento de tu propia hija y ver como va cambiando de color a medida que va comenzando a respirar y llenar de aire sus pulmoncitos y la recibe el pediatra mientras el ginecólogo atiende a la Mamá.

Ya una vez en el cuarto, con mucho más experiencia, no batallé nada para cargar a Angela y como el nivel de hemoglobina de Tuly estaba un poco bajo, se tuvo que quedar más días en el Hospital Conchita.

Para esto, en plena estancia en el hospital, entró a Monterrey el Ciclón Allen que traía poco agua pero mucho viento y como el ojo del ciclón entró directamente a Monterrey, pudimos sentir el viento primeramente en una dirección, luego la calma al entrar el ojo del ciclón y luego finalmente el viento en otra dirección.

El Hospital Conchita tenía una planta de luz de emergencia por lo que no tuvimos problemas; sin embargo, en varios sectores de la ciudad, no había energía eléctrica, entre ellos en nuestra casa, por lo que los primeros días que llegamos a casa después de la maternidad, nos la pasamos con velas y con lámparas de mano.
Mi hija Vero:
Mi hija Verónica, nacida el 30 de Julio de 1975 en Monterrey, estudió Lic. En Diseño Gráfico en la UDEM, trabaja actualmente en una Agencia de Head Hunters como Asociada y está casada desde el 2004 con el Ing. Rubén García Villarreal quien se dedica a la implementación de programas de software, y viven en Monterrey.

Detalles del nacimiento de Verónica, mi segunda hija:

Cuando nació mi hija Verónica ya vivíamos en Monterrey y recién estaba inaugurado el Hospital San José y en pleno verano, todavía no funcionaba el aire acondicionado, por lo que el calor estaba a la orden del día.

Desde que el Ginecólogo anunció que la fecha probable del parto sería a principios de agosto, yo siempre le dije en broma que sería el 30 de Julio, y así en cada visita mensual era la misma historia, hasta que en la última visita antes del parto, el Ginecólogo me dijo que su pronóstico de fecha de nacimiento era correcto: principios de agosto.

En aquel entonces yo trabajaba en una empresa agropecuaria, y cuando iba de visita al rancho, normalmente me quedaba todo el día y ahí me quedaba a comer, así que ese día, antes de salir, le dije a Tuly: me voy al rancho todo el día o me quedo en casa para llevarte al hospital, a lo que me respondió muy convencida que el Ginecólogo le había dicho que el parto iba a ser a principios de agosto y que me podía ir sin cuidado ni pendiente al rancho.

De camino al rancho que se encontraba en Escobedo, N. L. al estar en un crucero esperando mi luz verde para avanzar, al carro que estaba atrás del mío le dieron un pequeño golpe que también alcanzó al mío, por lo que mientras llegó tránsito y los ajustadores de las compañías de seguros y llevé el carro a la agencia para que lo repararon, llegó mediodía así que me regresé a la casa y al llegar le dije a Tuly: vengo por ti para llevarte a la maternidad, a lo que me respondió: que bueno que llegaste porque sí quiero que me lleves al hospital.

El nacimiento fue a media tarde y hasta después del nacimiento, me preguntó que porqué había regresado temprano del rancho, y ahí fue donde le conté del pequeño choque que había tenido.

En esta ocasión, cuando me llevaron a mi hija Verónica para que la conociera, ya me consideraba un experto en cargar bebes y no tuve ningún problema para cargarla.

Por supuesto que, como el nacimiento anterior, no conocimos el sexo del bebé hasta que nació.

Mi hija Tuly:
Mi hija Gertrudis (Tuly) nacida el 2 de Octubre de 1973 en Tampico, Tamaulipas, estudió Lic. En Relaciones Internacionales en el Tec de Monterrey, tiene una Maestría en Educación, también del Tec de Monterrey y actualmente estudiando su Doctorado en Innovación Educativa, también en el Tec de Monterrey, trabaja actualmente como Maestra de Planta en el Tec de Monterrey, Campus Chiapas y está casada desde el 2003 con el Ing. Humberto Azgad Fentanes Gutiérrez-Zamora quien, junto con su Familia tienen una Compañía Constructora y se dedican a la obra civil principalmente en el ramo de vivienda popular, media y residencial; tienen además un Colegio: “La Paz De Chiapas” que proporciona educación Maternal, Zinder, Primaria y Secundaria y viven en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas.

Detalles del nacimiento de Tuly, mi primera hija:

Tuly nació en la Ciudad de Tampico, Tamaulipas en la Beneficencia Española, el mejor Hospital de aquella época, y su nacimiento fue para mí un encuentro con mi Paternidad y un aprendizaje continuo sobre como se transforma un hogar con la llegada de una hija.

Desde que nos dieron los resultados del laboratorio donde confirmaban que efectivamente era positivo el embarazo que tanto ansiábamos, nos sentíamos sumamente dichosos y durante todo el embarazo, procuramos estar muy atentos al desarrollo del mismo con los cuidados conducentes.

En pleno embarazo, nos mudamos de un departamento a una casa de dos plantas para estar más cómodos y así estar de vecinos de los que más tarde serían padrinos de confirmación de nuestra hija Tuly: Jorge y Rebeca Villarreal, originarios de Monterrey y con quienes desarrollamos una bonita amistad.

Al termino del embarazo, mi ansiedad se manifestaba con una enorme preocupación de llegar a tiempo al hospital para no tener el “paquete” de tener el parto en casa; realmente eso me preocupaba tanto que tan pronto comenzaban las contracciones, ya quería que nos fuéramos corriendo al hospital.

Para esto, en Tampico en aquella época, se acostumbraba contratar una enfermera especializada que ayudaba al ginecólogo y atendía a la madre en sus labores previas y durante el parto; yo le encargue que cuando supiera que ya había nacido el bebé, me dijera claramente “hombre” o “mujer” para no confundirme con las palabras “niño” o “niña” ya que en aquel entonces sólo se conocía el sexo del bebé hasta que éste nacía.

Al momento de entrar Tuly a la sala de preparación, cerca de las 8:30 p.m. del día 1 de Octubre de 1973,después de haber estado desde temprana hora de la mañana en el hospital, me dispuse a descansar un rato en el cuarto; sin embargo, unos buenos amigos americanos radicados en Tampico, James Bifford y Malvina Anderson, me invitaron a su casa a brindar por el acontecimiento y, aunque mi intención era estar descansando, no me pude negar ante su amable insistencia, y además, me sirvió para relajarme un poco ya que estaba muy nervioso.

Cerca de las 10:00 de la noche, me regresé al hospital y después de hablar con la enfermera y confirmar que todo iba bien, me dispuse a descansar un poco en el cuarto, y a las pocas horas, ya del día siguiente 2 de octubre, me anunciaron que ya había nacido mi hija Tuly y que todo estaba bien pero que no iban a llegar al cuarto hasta varias horas después por lo que entonces me fui a la casa para hablar por teléfono a los Abuelos de las dos familias para anunciarles el feliz acontecimiento.

Mi primer encuentro con mi hija Tuly fue muy emotivo y sobre todo cuando el ginecólogo me pidió que la cargara, me sentí muy emocionado y nervioso a la vez, ya que sentía que si no la sujetaba fuerte se me podía caer al suelo y que si la apretaba demasiado la podía lastimar; en fin todo una gran experiencia.

En aquel entonces, teníamos un carrito Volkswagen sedán modelo 1971 que había adquirido desde soltero en la agencia, por lo que, una vez superado la prueba del nacimiento de mi primera hija, y mi experiencia de ser Papá, acudí el primer sábado después del nacimiento de mi hija, a la agencia Chrysler a comprar un flamante Dodge Dart 1973 color azul marino, dos puertas, automático y con capota de vinil blanco y se lo llevé de sorpresa a la “nueva Mamá, quién quedó gratamente sorprendida.
Martes 13 de septiembre de 2005:

Hoy fui a la cita con el Dr. Montfort y me confirma lo que en el Hospital me habían dicho: que tengo un problema serio en el hígado y me da indicaciones y medicamento para combatirlo:

Yo estoy consciente de la gravedad del caso y me propongo luchar para salir adelante; sin embargo soy realista y conozco la gravedad de mi caso.

Miércoles 14 de Septiembre de 2005

Hoy me preparé con la Unción de Enfermos que me administró el Padre Fray Francisco Gutiérrez, y les quiero compartir a continuación, parte de las palabras que me dedicó por correo:

Muy Estimado Marcos:
Desde muy tempranito te escribo y envío estos saludos
diciéndote que no solo oré por ti el día de ayer sino
que estarás, de manera especial en mis oraciones
diarias hasta que tu recuperación se realice.
Quisiera, por mi parte encomendarme a tu gran poder de
intercesión ante Dios porque en realidad, de quien más
cercano está Dios es de los que sufren en su cuerpo o
en su alma. Tu no tienes dolores físicos ciertamente
pero no cabe duda que tu cruz se ha acrecentado en su
peso últimamente. Lo cierto es que la llevas con
alegría, con esa resignación que brota sin saber como
explicársela uno. Goza en el amor de Dios todo lo que
estás viviendo pues son momentos únicos que quizás ya
no se vuelvan a dar por esta sencilla razón: todo lo
que nos acontece es único y con su propia
peculiaridad.

Fraternalmente
Fray Francisco Gutiérrez Fonseca O.F.M.
Cumpleaños 59 del Abuelo Marcos:

12 de septiembre de 2006

Ese dia a pesar de tener solamente su hemoglobina en 7, mi Papá estuvo manejando y fuimos a cenar para festejarlo al Papalote, claro en su cumpleaños nunca podia faltar el buen comer.

Solo unos cuantos dias despues nos enterariamos de su enfermedad y el Medico me dijo que una persona con la hemoglobina tan baja era para que estuviera tirada en una cama, sin embargo el nunca se quejo y siguio haciendo sus cosas sin ayuda!

No sabiamos que era el ultimo cumpleaños que ibamos a celebrar con el.




Sábado 10 de Septiembre de 2005:

Hoy sábado me decidí a hablarle al Dr. Montfort porque tengo varios días con inflamación en las piernas y sensación de agua en el estómago por aparente retención de líquidos y me ordena unos análisis.

Domingo 11 de septiembre de 2005:

Hoy domingo, fui al Hospital San Vicente a practicarme los análisis que el Dr. Montfort me ordenó y me acompañó su Abuelita Tuly; llegamos un poco antes de las 10:00 para la cita en el laboratorio y rayos x, por lo que nos orientamos un poco, ya que el laboratorio ahora está en el sótano.

Primeramente fuimos al laboratorio y nos tomaron la orden para luego ir a la caja y de ahí, nos fuimos a rayos x e igualmente nos tomaron la orden para pasar a la caja pagar.

Lo siguiente fue empezar a tomar agua para llenar la vejiga para poder tomar la ecografía de abdomen.

Se puede considerar fácil para las personas que tienen la costumbre de tomar mucha agua; sin embargo, para mí, tomar litro y medio de agua me tomó cerca de una hora.

Para el eco de abdomen, tenía que esperar a que tuviera mi vejiga llena, así que, hasta cerca de las once de la mañana, pude pasar al estudio, el cual considero que se realizó con mucho profesionalismo y con personal muy competente y amable, el cual me indicó que tengo un problema serio en mi hígado.

Terminando el eco, me dirigí a un baño para colectar la muestra de orina y de ahí, nos fuimos al laboratorio.

Me recibieron cerca de las doce del día, y como siempre, mis venas no son muy fácilmente localizables; sin embargo, en esta ocasión, la enfermera que me atendió, localizo la vena al primer intento y no me ocasionó ningún derrame.
Sábado 10 de Septiembre de 2005:

Hoy sábado me decidí a hablarle al Dr. Montfort porque tengo varios días con inflamación en las piernas y sensación de agua en el estómago por aparente retención de líquidos y me ordena unos análisis.

Domingo 11 de septiembre de 2005:

Hoy domingo, fui al Hospital San Vicente a practicarme los análisis que el Dr. Montfort me ordenó y me acompañó su Abuelita Tuly; llegamos un poco antes de las 10:00 para la cita en el laboratorio y rayos x, por lo que nos orientamos un poco, ya que el laboratorio ahora está en el sótano.

Primeramente fuimos al laboratorio y nos tomaron la orden para luego ir a la caja y de ahí, nos fuimos a rayos x e igualmente nos tomaron la orden para pasar a la caja pagar.

Lo siguiente fue empezar a tomar agua para llenar la vejiga para poder tomar la ecografía de abdomen.

Se puede considerar fácil para las personas que tienen la costumbre de tomar mucha agua; sin embargo, para mí, tomar litro y medio de agua me tomó cerca de una hora.

Para el eco de abdomen, tenía que esperar a que tuviera mi vejiga llena, así que, hasta cerca de las once de la mañana, pude pasar al estudio, el cual considero que se realizó con mucho profesionalismo y con personal muy competente y amable, el cual me indicó que tengo un problema serio en mi hígado.

Terminando el eco, me dirigí a un baño para colectar la muestra de orina y de ahí, nos fuimos al laboratorio.

Me recibieron cerca de las doce del día, y como siempre, mis venas no son muy fácilmente localizables; sin embargo, en esta ocasión, la enfermera que me atendió, localizo la vena al primer intento y no me ocasionó ningún derrame.
El día de hoy, martes 30 de Agosto de 2005:

Hoy martes 30 de Agosto de 2005 fui al estacionamiento de la tienda Gigante que se encuentra cerca de la casa para que me lavaran el carro, ya que tenía tiempo de no hacerlo, y para ocupar el tiempo mientras lo lavaban, entré a la tienda Gigante y, entre los CD que ofrecían, estaba uno con canciones de “CRI CRI”, “El Grillito Cantor”, música infantil compuesta por el compositor Mexicano Francisco Gabilondo Soler, que yo escuché cuando era niño y que quiero compartir con ustedes cuando vengan de visita con “El Abuelo Marcos” para que disfruten como yo lo disfruté, y aún lo sigo disfrutando, pero ahora con ustedes, mis queridos nietos y nietas que aún no conozco.

Mis primeros trabajos


El abuelo Marcos en la Financiera Tampico

Mi primeros trabajos:

De niño, su Bisabuelo Rosendo nos llevaba los sábados a su Empresa de Molinos y Tostadores de Café y nos poníamos a jugar un rato entre los costales de café y luego ayudábamos un rato a llenar las bolsas de café y a empacar esas bolsas en otras más grandes y al mediodía, pasábamos a la oficina y nos “pagaban” $5.= pesos.

Ya de adolescente, en verano, nos conseguía mi Padre un trabajo “formal” con alguno de sus amigos y, trabajando un mes completo, obteníamos lo suficiente para irnos un mes completo de vacaciones a Cd. Valles.

Siempre contábamos con la “oportunidad” de lavar el carro familiar, con lo que podíamos obtener $5.= adicionales a nuestro “domingo”, (así le llamábamos a la cantidad que nos daban por semana para gastos personales).

Mi primer trabajo Profesional:

Comencé por hacer mi Servicio Social en la Tesorería de Monterrey en el verano del año 1968, ya que era requisito hacerlo por haber estudiado en la Universidad del Estado de Nuevo León, además de que los dos primeros años de mi Carrera de Contador público, eran con horario vespertino, y los dos últimos, con horario nocturno.

En este trabajo, comencé por archivar, y finalmente, me permitieron visitar a Causantes Municipales que no habían pagado su Refrendo anual para determinar si era por moroso, por baja o por cambio de domicilio.

Mi ingreso a Price Waterhouse, uno de los despachos de Contadores más grandes del mundo:

Cuando terminé mi Servicio Social,.....


Abuelo Marcos trabajando en la Financiera Tampico

Mi primera y unica novia

Así conocí a su Abuelita Tuly

Cuando era adolescente, me importó más salir de excursión que andar de novio, ya que consideraba que a esa edad las “niñas”, no tomaban tan en serio lo del noviazgo; al menos es lo que yo percibía por medio de las amigas de mis hermanas Elena y María Inés.

Al cumplir mis veinte años el 12 de septiembre de 1966, sentí que ya era hora de comenzar a buscar novia, y comencé a salir con muchachas en una o dos ocasiones máximo, ya que como yo andaba en plan serio, no quería perder tiempo o escuchar “boberías”.

En noviembre de ese año, un amigo me jugó una broma de la cual no me percaté hasta después, ya que con el grupo en el que en ese entonces me juntaba, entre ellos mi cuñado Fernando, llevaban serenatas a sus novias o a las novias de sus amigos, entre ellos a mi Compadre Nico y mi Compadre Paco. Como yo no tocaba ningún instrumento musical, me dieron unas maracas y me indicaban cuando tocarlas y cuando hacer pausa.


Abuelos Marcos y Tuly en una boda

Pues bien, les platico que la broma consistió en que la hermana de unos amigos cumplía quince años y al llevarle serenata, este amigo le dijo a la quinceañera que yo era el que le llevaba la serenata, y por supuesto que la chica se “clavó” conmigo y yo ni en cuenta, de tal forma que, aunque no éramos novios, me vi precisado a poner distancia y tiempo de por medio, ya que la chica estaba muy emocionada y yo de ninguna forma la podía ver mas que como la hermana de mis amigos, y para no herir sentimientos, antes de que la relación siguiera avanzando.

En ese entonces, mi cuñado Fernando me pidió muy formalmente un “favor de amigo” que consistió en que yo fura pareja de su hermana en una reunión en su casa, ya que la reunión era de parejas y de momento su hermana, a quien apenas si conocía, no tenía pareja.


Abuelos Marcos y Tuly en una cena navideña

Accedí gustoso y actué como un perfecto co-anfitrión y salí bien librado de la reunión a la que acudí antes de que iniciara para ayudar en lo que pudiera y además, ayude en todo lo que pude dentro de la reunión y finalmente me retiré hasta el final como un perfecto anfitrión.

Ese día fue el domingo 11 de diciembre de 1966 y al final de la reunión, aunque quería ver si podía llamarle después, me abstuve por respeto al “favor al amigo”; sin embargo, al día siguiente, ya por mi cuenta, la llamé para invitarla a salir y así lo hicimos durante varios días posteriores hasta que me decidí a pedirle que fuera mi novia, para lo cual la invité a cenar el miércoles 21 de diciembre de 1966 y ese mismo día fuimos novios, y para cada uno de nosotros fue nuestro primer y único noviazgo.


Abuelos Marcos y Tuly en una boda

Fueron casi seis años de noviazgo muy emocionantes para ambos ya que experimentábamos la novedad de irnos conociendo y apreciando.


Abuelos Marcos y Tuly el dia de su boda
Una experiencia en una excursión a los pozos del Chipitín:

Uno de mis lugares favoritos para excursionar era a los pozos del Chipitín, lugar al que se llega subiendo por la Cascada Cola de Caballo, pasando por Potrero de Serna, cruzando por el Puerto del Aire, pasando por El Corral de Piedra y Las Adjuntas para por fin llegar al preciado lugar.

Este recorrido lo hacíamos saliendo de nuestras casas en camión urbano hasta llegar a la calle Arramberri por donde pasaban cada hora los Autobuses Azules que nos dejaban en la carretera que sube a la Cascada Cola de Caballo y generalmente iniciábamos el recorrido por la tarde de un viernes para dormir en la parte alta de la Cola de Caballo en un lugar conocido como Potrero de Serna o La Nogalera.

En el autobús hacíamos una hora de recorrido ya que se va parando en cada pueblito, de la carretera a la Cola de Caballo hacíamos una hora caminando y otra media hora hasta La Nogalera.

Al día siguiente, emprendíamos el ascenso a Puerto del Aire para descender al Corral de Piedra y continuar por un cañón a Las Adjuntas y posteriormente a los Pozos del Chipitín en donde convergen dos arroyos que posteriormente forman el Río Ramos.

Este recorrido nos llevaba aproximadamente de cuatro a cinco horas de camino.

Al llegar el sábado cerca del mediodía a los Pozos del Chipitín, nos divertíamos de lo lindo dejándonos arrastrar por una pequeña cascada de dos metros de altura para caer en una poza natural de cerca de cinco metros de hondo.

Terminándonos de bañar, comíamos como “pelones de hospicio” y montábamos el campamento para luego tomar otro baño por la tarde y al día siguiente domingo, emprendíamos el regreso después de otro baño y almorzar como si fuera el último almuerzo de tu vida.

Una vez ubicados en el contexto de este “paraíso”, les comento que en una ocasión que aprovechamos un “puente” festivo, observamos que por la tarde del último día, se aproximaba un fuerte aguacero y decidimos desmontar el campamento para dormir en Las Adjuntas con la esperanza que nos prestaran un cobertizo para pasar la noche.

Emprendimos el regreso bien equipados con nuestras mochilas debidamente protegidas por un poncho impermeable, y en el trayecto a Las Adjuntas, sentí que algo pasó por entre mis piernas rápidamente, y al voltear para ver que había sido, descubrí que era una víbora de las conocidas como “coralillo”, sumamente mortal, que en caso de haberme mordido, y debido a la distancia tan enorme para llegar al primer poblado con auxilio, hubiera sido mortal, por lo que inmediatamente di gracias a Dios por la oportunidad y me di cuenta que Dios todavía tenía planes para mí y que ustedes iban a poder conocer a este Abuelo.
Mi ingreso a Profesional:

Una desición que me tocó mucho esfuerzo, fue escoger qué carrera estudiar, y después de hacer varios análisis del contenido de las mismas, su campo de desarrollo y platicar con egresados de varias carreras, me decidí por estudiar Contador público.


El abuelo Marcos en su graduacion profesional

Abuelo Marcos en las Cataratas del Niagara

Verano de 1964; un inolvidable viaje a la Feria Mundial de Nueva York ¡ida y vuelta en autobús desde Monterrey!:

Este viaje a la Feria Mundial de Nueva York (New York) fue toda una experiencia, debido principalmente a que fue organizado para estudiantes del Tec de Monterrey y yo no lo era, por lo que fui de “colado”; sin embargo, nadie se dio cuenta de ello y ni siquiera me llegaron a hacer ninguna pregunta.

El viaje se organizó inicialmente para un autobús; sin embargo, fue tanta la demanda que se abrió la posibilidad de contratar otro autobús y afortunadamente me tocó estar en el segundo autobús, ya que de Monterrey a Laredo México se rentó un autobús foráneo y de Laredo Texas en adelante, se contrató un autobús Americano con todas las comodidades.

La primer jornada se inició de noche saliendo de Monterrey cambiando de autobús en Laredo y amanecer viajando toda la noche en Houston Texas para llegar a dormir en Atlanta Georgia.

Para la segunda jornada, nos organizamos y le dimos una propina a los choferes, ya que iban dos choferes, para que manejaran día y noche para así estar un día completo en la ciudad de Washington, que no estaba prevista visitar.

En la ciudad de Washington llegamos al amanecer y visitamos la Casa Blanca, el monumento a Washington, al cual nos subimos por su parte interior; por cierto sólo había escaleras y el calor era muy intenso y el Lincoln Memorial y al anochecer reanudamos nuestro viaje a Nueva York.

Al llegar a Nueva York, nos hospedamos en la Universidad de Nueva York y nos organizamos en grupos para estar siempre unidos para cualquier contingencia y nos dieron una serie de recomendaciones para evitar ser asaltados.

A mi me tocó estar junto con dos buenos amigos de mi edad con los que aún conservo amistad.

La Feria Mundial estuvo muy bien planeada y organizada, tanto que al concluir la Feria, las instalaciones fueron desmanteladas y forman parte de lo que hoy es Epcot Center en Orlando junto a Disney World.

A la Feria fuimos varios días seguidos, ya que se necesitaban varios días para conocerla, y al regresar en la noche hacia la Universidad de Nueva York, al bajarnos del Subway, caminábamos apresuradamente y sin voltear a ningún lado para evitar ser asaltados ya que la Universidad estaba en el barrio del Bronx.

En esa experiencia lejos de casa, sentí un nudo en la garganta cuando al visitar el Pabellón de México, escuché la canción “México lindo y Querido”.

Como estuvimos una semana completa, también tuvimos tiempo para conocer la ciudad y estuvimos en la Catedral de San Patricio, el edificio Empire State, al cual nos subimos al mirador, la Estatua de la Libertad a la que se llega en un pequeño barco y por supuesto que también nos subimos por su parte interior primero hasta la base de la corona y luego por el brazo hasta la flama de la libertad, y también conocimos Coney Island.

Después de estar una semana completa en Nueva York, nos fuimos a conocer las Cataratas del Niágara, en las cuales bajamos para hacer el recorrido en el barquito que se acerca tanto a las cataratas que parece que te van a devorar; por cierto, el precio del boleto incluye que te presten un impermeable ya que de otro modo quedarías empapado.

Después de las cataratas nos fuimos a Chicago y ahí estuvimos un día completo y de ahí emprendimos el regreso a Monterrey.
Verano de 1963; mi hermano Juan Manuel contrae Poliomielitis en Cd. Valles:

Para toda la Familia fue una experiencia terrible saber que mi hermano Juan Manuel, que estaba de vacaciones en Cd. Valles, había contraído una “enfermedad misteriosa” y que los Médicos que lo atendieron en Cd. Valles, le dijeron a mis Tíos Diego e Inés, con quienes se hospedaba, le recomendaron llevarlo a Monterrey, aunque no aseguraban que llegara con vida.

Mis Padres, inmediatamente que supieron, alertaron al Médico Familiar, Dr. Roberto Garza González para que tuviera dispuesto donde y cómo recibirlo y emprendieron el viaje para encontrarse en Cd. Victoria, donde el pronóstico fue el mismo: traslado a Monterrey sin asegurar de que llegara con vida.

Recuerdo que mi padre, la mañana que salió de Monterrey con mi Madre, como aún no habrían los bancos, fue con el panadero de enseguida de la casa para pedirle de favor le cambiara un cheque para los gastos del camino y lo que se pudiera ofrecer, y el panadero, muy amablemente y en forma solidaria, no dudó en darle todo el efectivo que tenía de las ventas del día anterior.

Ese mismo día llegó a Monterrey al Hospital Civil en la sección de “pacientes con enfermedades transmisibles” y ya había perdido el conocimiento y tenían preparado un extractor de flemas porque se había paralizado su garganta, y junto a su cuarto, en el pasillo estaba un “pulmotor” un aparato impresionante que semejaba un barril donde introducían al paciente, dejando fuera solamente su cabeza para que este aparato le ayudara a respirar en caso de que lo necesitara; afortunadamente no lo necesitó.

Estuvimos cerca de 15 días con el pronóstico de que no sabían si amanecía al día siguiente y de una u otra forma la Familia se unió en oración, y finalmente, movió ligeramente un dedo de la mano derecha, y más tarde abrió los ojos y recuperó el conocimiento, más no la movilidad de sus miembros.

Fue toda una odisea su recuperación, que tardó varios años y múltiples operaciones, y realmente un milagro de Dios, ya que nos unió a toda la Familia de una forma muy especial.


Mi hermano Juan Manuel con Mamá
Mi experiencia en un accidente automovilístico en Cd. Valles:

En diciembre de 1962 en vacaciones de navidad, (yo tenía entonces 16 años), fuimos a uno de los bailes al Club Rotario de Cd. Valles que le llamaban “posadas”, pero que de posadas era sólo el nombre, y como había que regresar a mi hermana Elena a la casa y mis hermanos mayores la estaban pasando muy bien, me pidieron que yo la llevara a casa, cosa que acepté gustoso, ya que las ganas de manejar en esa edad son inmensas, y ya de regreso al Club Rotario, se atravesaron varias personas, (que luego supe que estaban borrachas), por lo que enfrené lo más que pude y logré “empujar” a una de las personas y cayó de su propia altura con una pequeña herida en la frente fruto de la caída y no del atropello, por lo que la subí al vehículo junto con un hermano de ella y la llevé a la Cruz Roja donde sólo le lavaron la herida y le pusieron un pequeño parte ya que ni siquiera puntadas necesitó y fue entonces que caí en cuenta que si no podía hablar bien era por lo borracha que andaba y no por el atropello, posteriormente, telefónicamente di aviso a Transito Municipal, por lo que me pidieron que los acompañara al Departamento de Tránsito a hacer mi declaración (ya era cerca de las 2:00 a.m.) y ahí quedé en calidad de “detenido” hasta que llegara el juez calificador a las 10:00 de la mañana.

Fue una experiencia muy interesante, ya que desde el momento que supe que no me iba a poder retirar, hice una sola llamada precisamente a casa de mi Tía Inés, porque sabía que estaba despierta porque acababa de dejar ahí a mi hermana Elena, y ella se encargó de difundir la “noticia” a la parte de la Familia y amigos de la Familia que estaban en el Club Rotario, por lo que en pocos momentos se llenó la comisaría de gente que abogaba por mí; sin embargo, ante la ausencia en ese momento del Presidente Municipal y la hora en que sucedieron los hechos, fue más práctico esperar a que dieran las diez de la mañana a esperar al juez calificador a violentar las cosas fuera de la ley por medio de “influencias”.

Otra cosa interesante que sucedió, una vez que se retiraron todos los de la Familia y amigos que habían acudido a abogar por mí, fue que una de las hijas de unos compadres de mis Padres, como ya era hora de que su Papá pasara por ella al Club Rotario, se le ocurrió llamar a su Papá para que pasara por ella “a la cárcel” en lugar de al Club Rotario, por lo que ya se imaginarán el gran susto que le hizo pasar a su Papá.

No puedo dejar de olvidar que mi hermano Ernesto me dijo que me quitara el saco y la corbata, que por cierto estaba estrenado traje, y me dio su suéter para que estuviera más cómodo, y aunque no estaba precisamente en una celda, si estaba detrás de una reja en un pasillo en donde había una banca en la que traté de dormir un poco; sin embargo, un poco más tarde, ya cerca de las 4:00 a.m., llegó en calidad de detenido el hermano de la atropellada, que por su ebriedad andaba escandalizando y a él sí lo pusieron en una celda, que daba al pasillo donde yo me encontraba, y al reconocerme, me empezó a amenazar que al día siguiente que saliera, me iba a buscar para golpearme porque había atropellado a su hermana, por lo que me dediqué a convencerlo con mucha paciencia y tacto, que todo había sido un accidente y se debió principalmente a la imprudencia de ellos al cruzar la calle y quedarse en medio de ella; finalmente, ya casi amaneciendo, me llamó para que me acercara a su celda y tenderme la mano para pedirme una disculpa, por lo que yo estaba muy asustado de acercarme porque, mayor que yo y mucho más fuerte, por dedicarse a labores físicas, temía que fuera un truco para agarrarme de la mano y darme una tranquiza, sin embargo, sus palabras me parecieron sinceras y confié en el, ya que se le estaban pasando los efectos de la borrachera, y le tendí la mano y quedamos como “amigos”.
Fiebre tifoidea en la familia en el verano de 1962:

En el mismo verano de 1962, al terminar de quitarme el yeso de mi pié izquierdo, contrajo gran parte de mi familia Fiebre Tifoidea, probablemente por unas paletas hechas con agua no muy purificada que consumimos en la casa de campo de San Nicolás.

En esta ocasión, no se enfermaron mi Madre y mi Padre ni mis hermanas ni mi hermano Rosendo y yo fui el más afectado, tanto que al estarme debilitando tanto, los doctores (siempre mi Padre acostumbraba hacer junta de doctores) aconsejaron que mi Madre me donara sangre, con la que finalmente logré salir adelante; sin embargo, a pesar de que ya tenía mi estatura actual: 1.82 metros, terminé pesando sólo 62 kilos.
Mi subida al Pico Sur del Cerro de la Silla:

En una ocasión, mi primo Luis Armando Martínez Quintanilla nos sonsacó a mí y a otros dos primos a que subiéramos al pico sur del Cerro de la Silla ya que era muy fácil subir por una vereda perfectamente trazada, que finalmente perdimos y terminamos subiendo a otro pico que está más al sur del pico sur, y aunque subimos y bajamos con un gran margen de riesgo, gracias a Dios no nos pasó nada y ese recuerdo me quedo como una señal de que tenía todavía algo que hacer en la vida.



El abuelo Marcos subiendo el cerro de la silla

La quebradura de un pié:

En verano de 1962, en una excursión con los Scouts a las Huertas del Diente, ya al regreso, al ir bajando, al dar un pequeño brinco de no más de un metro de altura, pise una pequeña piedra que ocasionó que me falseara el pie izquierdo y sufriera una pequeña fisura que me impidió seguir caminando normalmente por lo que mis compañeros Scouts me ayudaron cargando mi mochila y rápidamente fabricaron con sus hachas de mano una muleta para que no apoyara mi pié quebrado.

Terminé en el Hospital Civil y pase una semana en cama y luego otras cuatro semanas con yeso en mi pié.
Mis recuerdos de los Scouts:

Mi paso por los Scouts fue sumamente formativo, ya que además de enseñarme muchas cosas muy valiosas para la vida en el campo, me enseñaron a trabajar en equipo y en completa armonía.

Si algún día tienen la oportunidad de ingresar, no lo duden y lean muy bien algunos de los libros que escribió su fundador “Baden Powell” como son: “Escultismo para muchachos” (Scouting for boys) y “Sistema de Patrullas”.

Mi primer Patrulla Scout:

Primeramente me inicié en la Patrulla “Búhos” y luego en la Patrulla “Venados” donde el guía de Patrulla era mi hermano Rosendo, y en esa Patrulla fui a Manzanillo Colima en Semana Santa del año de 1960 a un Campamento Nacional.

Mi promesa Scout:

El 22 de junio de 1960 hice mi Promesa Scout en una excursión a los Pozos del Chipitín y el recuerdo de esa experiencia está en mí como si hubiera sido el día de ayer.

Mi propia Patrulla Scout:

A finales de 1960 me animé a formar mi propia Patrulla y le puse por nombre “Mapaches” y en Semana Santa de 1961 en un Campamento Regional en la Sierra de Chihuahua mi Patrulla ganó el Primer Lugar en seguimiento de Pistas.

Una gran experiencia con el Papá de uno de mis patrulleros:

Por cierto, comencé a dirigir mi patrulla con gran entusiasmo y planeaba salir de excursión al menos una vez al mes, y a uno de mis patrulleros no le daban permiso de ir de excursión, y al preguntarle porqué, me dijo que su Papá le preguntaba que quién iba de responsable, a lo que yo le pregunté si le había dicho que yo iba de responsable (yo tenía entonces 14 años) y me contestó que sí, y entonces yo le pedí permiso para ir a hablar con su Papá y le expliqué a donde solíamos ir de excursión y le dije que yo iba de responsable del grupo y me hizo algunas preguntas sobre qué hacer en caso de alguna emergencia y yo le contesté con mucha seguridad, ya que había aprobado un curso de primeros auxilios, y finalmente le dio permiso para ir de excursión.

Otra experiencia con el mismo Papá de uno de mis Patrulleros:

Al estarnos preparando para ir al Campamento Regional a Chihuahua, al mismo patrullero que no le daban permiso de ir de excursión, tampoco le daban permiso para ir al Campamento Regional, por lo que le pregunté si quería que hablara con su Papá y me contestó que sí le daban permiso de ir al Campamento Regional, pero que le daba pena decir que su Papá le había dado los $300.= pesos que costaba el Campamento en una gran bolsa de plástico transparente en monedas de un peso para que aprendiera la lección de cuánto costaba el dinero.



Abuelo Marcos en una excursion a los Pozos del Chipitin

jueves, 17 de junio de 2010

Mis recuerdos de la casa de campo en San Nicolás:

Mis recuerdos de la casa de campo en San Nicolás:


Foto tomada al Kiosco o Palapa de la casa de campo en San Nicolás de los Garza, N.L. el día de la gran nevada de Monterrey el mes de Enero de 1967


Gratos recuerdos tengo en mi memoria de una casita de campo que mi Padre adquirió en el vecino municipio de San Nicolás, a la que íbamos todos los domingos y en verano nos mudábamos a vivir ahí todo el verano.

Mi Padre la llamó “La Chicharra” ya que era tal la abundancia de estos animalitos que a plena mediodía su ruido era tal que a momentos nos parecía que jamás iba a terminar, ya que bien un grupo de estos animalitos terminaba su “concierto”, cuando otro ya lo estaba iniciando.

Mi Padre, con su siempre buen sentido del humor, le colocó un letrero de madera a la entrada de “la Chicharra” que decía: “Hacienda La Chicharra” 300,000 Hectáreas con una flecha horizontal en la parte inferior de izquierda a derecha que luego subía hasta la parte superior derecha del anuncio, por lo que los incautos que preguntaban si era cierto lo de las 300,000 Hectáreas, les respondía que sí, sólo que eran hacia arriba, ya que el terreno sólo contaba con casi cuatro hectáreas.

La casita tenia todos los servicios y tenía una palapa grande hecha con troncos de chijol, un árbol muy duro y resistente y techo de palma que impedía que el calor de verano con su sol inclemente nos calentara en ese lugar que permanecía fresco; además, contaba con una pila de concreto donde podíamos nadar y además servía para regar un pequeño huerto de maíz y calabacitas que disfrutábamos las primeras asadas en forma de elote y las segundas en guisados y además nuestra Madre nos hacía quesadillas de flor de calabaza.

Contaba además el lugar con una vaca que nos proveía de leche bronca, la cual la hervíamos y podíamos saborear unos deliciosos tacos de nata y además había gallinas ponedoras las cuales nos proveían de huevo para comer y además para vender, ya que se producían cerca de 600 huevos diarios que se vendía entre los vecinos.

Por las mañanas nos íbamos a nadar a la alberca un rato para luego, por medio de una cubeta en la que sacábamos agua de la alberca, nos enjabonábamos y de esta forma nos bañábamos.

Por las mañanas, después de un suculento y abundante desayuno, íbamos en nuestras bicicletas a la colonia vecina a hacer mandados de súper en la única tiendita del lugar.

Cerca del medio día, nuevamente nos bañábamos en la alberca para luego comer abundante y por la tarde, descansábamos un poco y luego, al atardecer, rociábamos un poco de agua al derredor de la palapa para mitigar un poco el polvo y el calor.

Al anochecer, se podía apreciar todo el campo resplandeciente lleno de pequeñas luciérnagas que alumbraban con sus luces intermitentes.

Ya por la noche, poníamos varios catres de lona tipo “de tijera” en la palapa y además poníamos unos mosquiteros que llamábamos “pabellones” para protegernos de los mosquitos.

Yo siempre me dormía temprano cerca de las nueve de la noche, no importando si estaba prendida la luz o si alguien estaba platicando.

En fin, pasábamos unos veranos inolvidables y divertidos.
Elección de carrera a estudiar:

Al estar por terminar mi primer año de bachilleres, tenía que escoger que carrera estudiar, ya que el segundo año de bachilleres era especializado por carrera, y yo aún no me decidía que carrera estudiar, a pesar de que en el CUM nos llevaron varios conferencistas que nos hablaron de diferentes carreras, fue entonces que, mediante una Psicóloga especializada en orientación vocacional, me aplicó una serie de pruebas y su conclusión fue esta: “tienes capacidad para estudiar cualquier carrera que quieras; sin embargo, muestras fuerte inclinación por las carreras de índole administrativa y también en segundo plano, por carreras de tipo agropecuario.

Mi Servicio Militar:

En el verano de 1962 hice mi servicio militar obligatorio en aquel entonces en el CUM y asistí todas las tardes de los viernes a realizar prácticas militares que al principio resultaron interesantes y luego resultaron tediosas; sin embargo, en el último período, nos dieron, entre otras, la alternativa de estudiar judo para defensa personal, al que yo me afilié y estuvo muy interesante y útil.


La crisis de los misiles en Cuba:

Precisamente, en el año de 1962 estalló la crisis de los misiles entre Cuba y los Estados Unidos y como yo estaba liberado de mi servicio militar, formaba parte de la “primer reserva” en caso de que se desatara una guerra y nuestro país se viera involucrado, lo cual era muy factible, y yo sería llamado a servir en el frente de batalla.


Gracias a Dios no ocurrió nada; sin embargo, el susto fue mayúsculo.


Ya en segundo año de bachilleres,

En segundo año de prepa me puse mucho empeño mucho para salir adelante en mis clases y aunque dejé materias pendientes para verano, logré salir adelante.
Reseña de una excursión a “Las Huertas del Diente”

Aquí les narro la reseña que presenté a mis compañeros de Prepa:

Primeramente se prepara uno para salir de excursión con ropa apropiada para caminar como son botas de montaña flexibles y suaves en su interior y con suela antiderrapante y además debe uno de llevar una mochila cómoda que tenga tirantes amplios para que no cale en los hombros y distribuir muy bien su contenido para que no cale en la espalda los objetos duros.

Una vez que empaca todo uno de acuerdo al numero de alimentos que tiene uno pensado hacer, en este caso, saldríamos un sábado por la tarde y regresaríamos el domingo por la tarde, por lo que sólo llevamos lo necesario para la cena del sábado que normalmente consiste en salchicha, frijoles, tortillas y café; el desayuno del domingo que normalmente es a base de huevo con salchicha, frijoles, tortillas y café y la comida del domingo que normalmente consiste en carne seca, huevos, tortilla, frijoles y café, abordamos un autobús denominado Transportes Villa de Santiago y nos bajamos en un punto denominado “El Puerto” que está un kilómetro delante de la entrada a “Valle Alto” y de ahí, caminamos cerca de siete kilómetros por un camino de terracería que conduce al antiguo poblado de las Minas de San Pedro y San Pablo en donde se encuentran las antiguas casa de los mineros que anteriormente explotaban esas minas con yacimientos de “blenda”, “galena” y “pirita”.

En ese antiguo poblado minero, se encuentra una hermosa mini capilla de madera donde hace uno un pequeño alto para hacer una oración, ya que la capilla invita al recogimiento.

Al reanudar el camino, ya comienza uno a iniciar el ascenso y pasa uno frente a las entradas de las minas, ya en desuso y posteriormente, entra uno a un angosto cañón que bordea la parte inferior del pico denominado “El Diente”, llamado así por su forma tipo un diente humano, y al ir avanzando se topa uno con una enorme roca de varias toneladas de peso y que aproximadamente tiene como medidas, veinte metros de ancho por otros veinte de alto y que, al ritmo de los años, quedó atrapada entre las dos paredes del cañón y que a distancia parece que bloquea el paso por el cañón; sin embargo, al aproximarse, se da uno cuenta que puede uno pasar con mucha holgura por la parte de abajo, ya que tiene al menos un claro de cuatro o cinco metros de altura en su hueco inferior.

Una vez que pasábamos por debajo de esa enorme piedra, incrustada en el angosto cañón, tomábamos una vereda que iba subiendo por el lado derecho del cañón, la cual yo subía con un paso constante sin detenerme a descansar, por lo que mis compañeros de excursión fácilmente me dejaban atrás; sin embargo, al poco rato los alcanzaba cuando se paraban a descansar y yo continuaba mi camino sin detenerme, y al final, todos legábamos al mismo tiempo; sin embargo, ellos cansados y yo sin cansarme tanto.

Recuerdo que en una parte del camino de ascenso, se ponía uno a jugar con el “eco” del cañón, lo cual nos resultaba muy divertido.

Al terminar el ascenso, seguíamos una pequeña vereda que nos conducía a un pequeño paraje con pasto natural y árboles frondosos y, por supuesto, con un delicioso ojo de agua que nos proveía de ese vital líquido, y ahí establecíamos nuestro campamento.

En una ocasión, al llegar a ese paraje y exclamar: “ya llegamos”, uno de los compañeros, que era su primera visita, exclamó: “Marcos, aquí no hay nada”, a lo que yo le respondí: “qué esperabas encontrar: un Sanborns”; lo que pasa que esa persona no sabía apreciar la belleza de la naturaleza.

Una vez que nos instalábamos, subíamos un poco más por una pequeña vereda para apreciar una vista panorámica impresionante, una vista de todo el valle y parte de Monterrey, y ahí había una pequeña cruz y un libro de “visitas” en una lata de lámina volteada al revés para que no se mojara en caso de lluvia.
Un fuerte impacto en mi vida espiritual:

Al entrar al primer año de bachillerato, me afilié al Movimiento Estudiantil Profesional, dirigido por Jesuitas y me sentí muy identificado por el apostolado realizado, aunado a que también asistí a “Jornadas de Vida Cristiana” en la que tuve un muy fuerte impacto con mi encuentro con Jesús, a tal grado de que ya quería entrar al seminario; sin embargo, más tarde comprendí que se puede servir desde un apostolado laico, y de esa forma decidí no entrar al seminario, además de que mi problema de tartamudez, todavía estaba latente, aunque ya un poco controlado.

Un gran apoyo de un maestro inolvidable:

Precisamente, en mi primer año de bachillerato, en una clase semanal llamada “actividades peri – escolares” (vaya nombrecito), teníamos que desarrollar un tema y hablarlo en frente del resto de los alumnos de la clase, lo cual me aterraba debido a mi tartamudez, así que prefería no preparar nada para no tener que hablar en público; sin embargo, un maestro Marista de nombre David Kuri, a quien recuerdo con mucho aprecio y gratitud, me alentó a hablar enfrente de mis compañeros y me pasó al frente del salón y me sorprendió mucho cuando le preguntó al grupo: “quién se considera amigo de Marcos”, a lo que muchos levantaron la mano inmediatamente y al final todos la levantaron, para enseguida decirle al grupo: “pónganse de pie los que se consideran amigos de Marcos”, a lo que todo el grupo se puso de pie, y ya estando de pie. Les dijo al grupo: “ahora, vuelvan a levantar la mano los que les gustaría escuchar a Marcos” y todo el grupo la levantó.

Como yo no había preparado nada, el maestro me pregunto que cuál era mi pasatiempo favorito, a lo que yo respondí inmediatamente que el campismo, y entonces, me dijo el maestro: cuéntales a tus amigos de una excursión que te haya gustado mucho, ya que tus amigos quieren escucharte, y entonces me solté hablando sin tartamudear sobre una excursión a un paraje denominado “las huertas del diente” y lo describí con lujo, de detalles, y desde esa fecha, comprendí que si no quiero tartamudear, puedo dejar de hacerlo.
Un viaje de 10,000 Kilómetros:

En el verano del año 1959, teniendo yo la edad de 14 años, emprendimos toda la familia, incluida una prima invitada, (en ese entonces todavía no vivía con nosotros mi Prima María Inés) un fantástico viaje en una camioneta “Dodge Sierra” tipo “guayin” (no había Suburban) que sólo tenía dos asientos y un espacio en la parte de atrás para equipaje que fue habilitado para que mis dos hermanos menores viajaran ahí, ya que el equipaje se puso en una parrilla con bolsa en el techo de la camioneta.

En el asiento delantero viajábamos mi Papá, mi Mamá y yo y en el asiento trasero mis dos hermanos mayores y mi hermana Elena y mi Prima “Rocho” .

La primer jornada, salimos de Monterrey y dormimos en la ciudad de Durango y el segundo día salimos de Durango rumbo a Guaymas, Sonora y sólo estuvimos un día para de ahí irnos a Mazatlán, Sinaloa donde si estuvimos varios días e incluso salimos a pescar a altamar y entre mi Padre y mis hermanos mayores pescaron tres peces marlin y dos tiburones.

De Mazatlán nos dirigimos a San Diego California y pernoctamos en un pueblito llamado Gila Bend en pleno desierto y recuerdo que el agua estaba muy caliente y no nos pudimos dar un baño.

Al llegar a San Diego, mi Padre contrató un guía – chofer bilingüe que nos facilitó mucho las cosas y así pudimos visitar muchas cosas entre ellas el zoológico de San Diego el cual recuerdo que lo recorrimos en un pequeño trenecito que nos condujo por todo el mismo y con explicación de todo lo que íbamos viendo.

De San Diego, nos fuimos a Los Angeles y nuevamente mi Padre contrato un guía – chofer bilingüe que nos facilitó todo nuestro recorrido en la ciudad.

Por cierto, al llegar a Los Angeles, mi padre que había estado ahí dos años antes, reconoció el hotel donde se había hospedado y se estaciono frente al hotel y aunque un agente de tránsito le indicaba que no se podía estacionar, como quiera lo hizo y al llegar a la administración, le dio la llave al de la recepción para que estacionara la camioneta y no hubo mayor problema.

En los Angeles, nuestra principal visita fue conocer Disneylandia, la cual fue un sueño hecho realidad y regresamos varios días porque no es posible conocerla en un solo día.

De los Angeles nos movimos a San Francisco y nuevamente mi Padre contrató un guía – chofer bilingüe que también nos facilitó mucho para poder conocer la ciudad.

En San Francisco conocimos el barrio chino, el puente Golden Gate, el puente de Oakland, los tranvías tradicionales de cable y una calle muy pintoresca que va bajando con vueltas continuas.

De San Francisco nos movimos al Parque Nacional Yosemite en el que dormimos en una carpa en catres y cocinaba mi Madre en una estufa de leña.

En ese parque conocimos el Lago el Capitán, vimos osos en su estado natural y conocimos árboles gigantescos, e incluso pasamos en uno de ellos con todo y camioneta en medio de su gigantesco tronco.

Del Parque Yosemite, nos movimos al Gran Cañón del Colorado y realmente fue impresionante conocer su inmensa anchura y profundidad.

Después del Gran Cañón, emprendimos el viaje de regreso a Monterrey atravesando Albuquerque, Nuevo México y el estado de Texas.

Como anécdota interesante que recordar, es que mi Padre no hablaba inglés y al llegar a cada hotel, sacaba su talonario de cheques de viajero y decía: tri rums tu beds y mostraba nuevamente los cheques de viajero y no importaba lo que le dijeran, el repetía siempre: tri rums tu beds.


En otra ocasión, empezó a fallar la camioneta en una cuesta empinada y se regresó a un pueblito que acabábamos de pasar y llegó con un mecánico que sólo hablaba ingles, y a señas le dijo que la camioneta estando horizontal (haciendo la seña con la mano) estaba “good” y que cuando subía (haciendo señas con la mano que era una subida) estaba “bad” y movía la mano para adelante y para atrás como si la mano fuera la camioneta y estaba fallando, a lo que el mecánico, después de examinar la camioneta dijo: “the pump no good” a lo que mi padre respondió: “the pump no good” , “change pump”, y el mecánico cambió la bomba de gasolina por una nueva y tranquilamente pudimos reanudar el viaje y mi Padre estaba muy orgulloso que con su rudimentario inglés pudo salir adelante.

Otra anécdota es que yo ya me estaba cansando de pedir siempre en los restaurantes: “hamburger and coke” y en una ocasión me anime a pedir: “eggs” y el mesero me pregunto en inglés que cómo los quería y yo le respondí muy contento de que iba a poder comer huevo en lugar de hamburguesa: “as you like, i like” y el me respondió: “i Dont like eggs” y nuevamente iba a pedir “hamburger and coke” cuando otro mesero de origen mexicano me auxilió y de esa forma ya pude pedir huevos para desayunar y además me enseñó como ordenarlos.

Finalmente, una anécdota muy simpática fue cuando en un restaurante, después de habernos surtido lo que habíamos ordenado, al retirarse el mesero, mi hermano Raúl le gritó al mesero: “hey mesero: faltan los frijoles y las tortillas”
Aprendí una buena lección:

Por cierto, recuerdo que mi Padre viajaba mucho, y en una ocasión en que mi Padre andaba de viaje, para evitar la regañada por mis bajas calificaciones, le dije a mi Madre que mi Padre siempre nos había dicho que si no queríamos estudiar, podíamos dejar de hacerlo, por lo que le dije a mi Madre, para evitar la regañada: ya no quiero estudiar, alo que mi Madre me preguntó muy tranquila: y entonces que deseas hacer, a lo que le respondí: quiero ser chofer de trailer, mi Madre no hizo ningún comentario, después de comer, me pidió si la llevaba a visitar a una muchacha que antes había trabajado con nosotros como empleada doméstica, y yo, por las ganas de manejar, le dije de inmediato que sí, y entonces mi Madre preparó algunas cosas para llevarle a esta persona.


Cuando llegamos a su casita de dos cuartos: el primero era la recámara y sala (nos sentamos en las camas) y el otro era la cocina y comedor y al fondo se veía un cuarto de baño afuera de la casita en el patio de la misma y los focos estaban suspendidos del propio alambre eléctrico, y cuando ya nos retiramos, me comentó mi Madre: es muy afortunada esta muchacha y se está superando mucho, ya que su esposo es chofer de trailer y le está yendo muy bien.


Es claro adivinar que aprendí “la lección” y le dije a mi Madre que no le comentara a mi Padre sobre mis intenciones de dejar los estudios y que iba a hacer un esfuerzo adicional.


Aunque estoy seguro que sí le comento mi Madre a mi Padre, mi Padre nunca me hizo comentario alguno.
Verano de 1956: (Epidemia de Difteria en casa; yo tenía casi 10 años)

Al terminar mi ciclo escolar del cuarto año de primaria, a mí, a mis dos hermanos mayores, y a mi Madre, nos dio Difteria y recuerdo que en la casa donde vivíamos, la pusieron en cuarentena, y subieron a dormir al segundo piso a mis hermanos menores y a mi hermana Elena; mi hermana María Inés todavía no vivía con nosotros, y a mi y mis hermanos nos pusieron a dormir en colchones en el piso de la sala y los dos más afectados fuimos mi hermano Ernesto y yo y mi Tía Inés, hermana de mi Madre, no dudó en venirse de Cd. Valles para apoyarnos dejando a sus hijos y esposo por espacio de dos meses en que estuvimos enfermos, arriesgándose a un posible contagio, ya que incluso se lavaba la vajilla por separado para evitar un posible contagio, por lo que siempre la recordaremos por su gran generosidad y valentía.

En aquel entonces no había tanto adelanto médico y mi Padre, apoyado por su Compadre el Dr. Roberto Garza González, convocaron a una junta con los mejores médicos de la localidad y determinaron aplicarnos cortisona, que aun estaba en etapa experimental y sabían que tenía consecuencias de adicción en el organismo, por lo que una mañana mi hermano Ernesto y yo no nos podíamos mover; estábamos prácticamente “duros” y cada vez que intentábamos movernos, nos resultaba muy doloroso; para eso, ya llevábamos más de un mes con dos inyecciones diarias y como no había todavía jeringas desechables, había que hervirlas en casa y las agujas iban perdiendo filo y ya teníamos las pompas como coladera a tal grado que nos tenían que poner fomentos de agua caliente con toallas precalentadas en agua hervida; entonces, nuevamente se convocó a junta de médicos, esta vez con mayor premura y nos sacaron delante de nuestro “endurecimiento” en dos días; yo pensé, por un momento, que ya no nos íbamos a poder movernos nuevamente, por lo que le dije a mi Padre que ya no quería que me pusieran más inyecciones porque me dolían mucho, a lo que me respondió que si no me las ponían me iba a morir, y entonces yo le dije que no me importaba pero que ya no me pusieran más inyecciones, y entonces, recuerdo como si en este instante estuviera pasando nuevamente, recuerdo que a mi Padre se le escurrieron gruesas lágrimas por sus mejillas, y aun ahora, casi 50 años después, tuve que hacer una pausa en mi escrito, ya que en este instante a mí, nuevamente, al recordar a mi Padre, se me nublaron los ojos, por su entrega, valentía y desprendimiento, ya que, en buena parte, al convertir la planta baja de la casa en un hospital, nos logró sacar adelante.

Nunca podré dejar de agradecer a mi Padre y a mi tía Inés todo lo que hicieron.

Cuando estuve en secundaria, ya en el CUM, entré a los “Scouts” y me gustó tanto y le puse tanto empeño, que dejé de estudiar, y nuevamente, tuve que cursar por segunda vez el tercer año de secundaria y yo mismo voluntariamente, me di de baja de los “scouts” para aprovechar mejor mi tiempo de estudio; sin embargo, nunca deje de practicar el campismo, pero ya sin la formalidad de una organización.
Mi infancia y adolescencia en Monterrey:

Dediqué mucho espacio para describir, al menos en parte, mis visitas a Cd. Valles, que llenaron una buena parte de mi vida con muy gratos recuerdos.

Mis recuerdos del barrio donde crecí:

En esa época en Monterrey, no había televisión, el Dólar estaba $ 8.50, escuchábamos la radio, de bulbos por supuesto y había que prenderla y dejar casi medio minuto a que se calentaran los bulbos para poder escuchar, la marca predominante era “Majestic” , “Philips” y “General Elecrtic” , nuestra entretención era jugar en la bicicleta, escuchar radio; sobre todo los domingos a las 7:30 p.m. el programa de “Cri-Cri” , “El Grillito Cantor” y las radio novelas: “El ojo de vidrio” , “Martín Fierro” (El defensor de los débiles y el azote de los despiadados) “El Secreto de Sotomayor” , “El Conde de Montecristo” , y los domingos escuchábamos: “El pueblo de chupaderos” con Mague Ronquillo, la Orquesta Modelo de Don Fidel Ayala Jiménez ( un optometrista y relojero que tenía como afición una pequeña orquesta de cámara que tocaba música Mexicana antigua, y “La Tremenda Corte” con Rudesindo y Tres patines, un programa hecho por Cubanos que aún se escuchan repeticiones como recuerdo de ellos; todo esto nos despertaba mucho la imaginación, ya que por la entonación de las voces y los sonidos, fácilmente podíamos recrear en nuestra mente lo que estábamos escuchando.

No puedo dejar de mencionar un programa que patrocinaba la fábrica La Imperial que hacía el chicle “Totito” que era toda una delicia y que también fabricaba un dulce de chocolate con cacahuate parecido al babe ruth americano y que se llamaba “Marqués”

Otro de nuestros pasatiempos en Monterrey en las noches de verano era ir a la “Terraza Rosita” a ver películas al aire libre por $1.00 la función y consumir paletas de dulce “gallito”. Cuando amenazaba lluvia, la función no se suspendía y nos pegábamos todos a la pared para no mojarnos tanto; sin embargo, comoquiera terminábamos empapados.

A mi me gustaba cruzar la calle Venustiano Carranza, donde vivíamos, con rumbo al oriente y una vez cruzando la calle, me montaba en mi bicicleta y todo era paz y quietud, ya que en la Col. Maria Luisa y Obispado de aquella época, casi no había tráfico de vehículos, y luego, subía al Cerro del Obispado para luego disfrutar la grata sensación de alcanzar una “increíble” velocidad de regreso con la pendiente natural descendente.

Enfrente de mi casa vivía Guadalupe Guzmán, a quien llamábamos: “Júnior”, que tenía mi misma edad y que al nacer tuvo hidrocefalia y tenía que andar en silla de ruedas y usar aparatos ortopédicos para sus piernas y que sin embargo, para mí no representó eso ningún problema, ya que de muy niños jugábamos a los carritos en el suelo y luego, un poco más grandes, paseábamos juntos por el barrio, el en su silla de ruedas y yo en mi bicicleta e incluso, tenía tanta fuerza en sus brazos que fácilmente podía seguir al ritmo de la bicicleta; obviamente, le guardaba consideraciones, el siempre fue una persona muy juiciosa y nunca se quejó de su situación, y en su casa, sus Papás, hermanos y hermanas, siempre nos atendían muy bien y yo siempre lo invitaba a mis fiestas de cumpleaños e incluso fue a mi boda y, luego, ya de casado, a mi regreso de Tampico, lo invité varias veces a cenar a la casa. Falleció a la edad de 35 ó 36 años, nunca pregunté de qué, y su muerte me afectó como una pérdida muy particular ya que siempre lo aprecié mucho, ya que fue amigo y compañero desde mi infancia.

Cerca de mi casa había un molino de nixtamal; para las nuevas generaciones que sólo conocen las tortillas ya elaboradas, ya sean de maíz o de harina, les platico que antes, en las casas, se ponía a hervir el maíz con un poco de cal y de sal y una vez cocido, a eso se le llamaba nixtamal y se llevaba al molino para que nos lo entregaran hecho una masa para de ahí hacer las tortillas a mano, las cuales siempre serán más ricas que cualquier tipo de tortilla comprada y hecha a máquina.

También. cerca de la casa había un taller de hermanos zapateros que tenían un taller de reparación de calzado y me llamaba mucho la atención que con un solo motor que por medio de una serie de bandas ponía a girar un eje en el que tenían diversos aditamentos para lijar, pulir, abrillantar, recortar las suelas de los zapatos, podían en un momento reparar al momento los zapatos que uno les llevara y raras veces, los dejabas para otro día.

Junto a ese taller de zapatería, vivía Mague, una persona que se dedicaba a poner inyecciones a toda aquella persona que lo necesitara, y me viene a la memoria que en ese entonces, los doctores recetaban medicamentos que los tenían que preparar en la farmacia y que por supuesto, al disolverlos en una cuchara para tomarlos, aún con un poco de azúcar, sabían horribles y que hacía uno un gran esfuerzo para no devolver el estómago, porque de otro modo, le repetían a uno la dosis hasta que se la tomara finalmente; gracias a Dios ahora hay cápsulas y pastillas.



Mis estudios:

En Monterrey, estudié en el Colegio Franco Mexicano y, al principio, tenía horario mañana y tarde, por lo que las tardes se hacían muy tediosas, sobre todo en época de verano.


Recuerdo que al entrar a segundo año de primaria, comencé a tartamudear, por lo que las risas de mis compañeros no se hacían esperar y eso me causaba mucha angustia, por lo que mi solución que se me ocurrió fue: decirle al maestro: no estudié, y así de esa forma no tenía que hablar y por consiguiente tartamudear; sin embargo, también me costó tener que repetir el quinto año de primaria porque mi aprovechamiento también disminuyó.


Precisamente en mi segundo quinto año de primaria, se inauguró el CUM, y se fueron los grupos de secundaria y bachilleres y en el Colegio Franco Mexicano sólo quedó la primaria, por lo, de un día para otro, fuimos “los grandes” del Colegio

Mi infancia y adolescencia en Cd. Valles:

Desde que era niño y hasta la edad de 20 años, año en que falleció mi Abuelo Romualdo, nos íbamos toda la familia a Cd. Valles a pasar el día de muertos, haciendo escala en el panteón de Linares, y también íbamos al menos una semana completa en Navidad, la Semana Santa y unas semanas en verano.

Por cierto, mi Padre hacía muy ameno el viaje para que no nos aburriéramos y diéramos lata, por lo que nos iba diciendo todo el camino varias cosas que a el le parecían interesantes y así nos lo comunicaba:

Recién salido de Monterrey, ya nos estaba platicando que había una huerta de olivos y que aún no podían tener aceitunas; posiblemente porque el clima no les ayudaba, luego nos comunicaba que había una cuesta (subida) llamada: “cuesta de garrapatas”, luego nos anunciaba que había una curva muy pronunciada cerca de Magueyes, Tamaulipas en donde se había volcado un camión porque el chofer se había quedado dormido.

Mas adelante, una vez que llegábamos a Cd. Victoria, Tamaulipas, normalmente llegábamos a visitar a nuestra Tía Bella, que en realidad era nuestra prima pero como nuestro Padre era el más pequeño de su familia y su hermana mayor, María, se casó muy joven, yo tenía “sobrinos” de mi edad y aún mayores.

Una vez que dejábamos Cd. Victoria, generalmente después de comer, nos sorprendía como el panorama iba cambiando notablemente con unos árboles gigantescos llamados “orejones” que cubrían toda la carretera de lado a lado, y también veíamos plantíos de caña de azúcar y huertas con árboles de mango, y en fin, todo era sumamente verde a diferencia de la región de Monterrey.

Una parte muy interesante era pasar por la “cuesta de Llera” que de Monterrey a Valles es de bajada y pasábamos por la “curva de la herradura”, que, como su nombre lo indica, era una curva de 180 grados, luego pasábamos por la “curva de la papaya” y posteriormente por “la mira”, una formación rocosa natural que en exactamente en una de las curvas de la carretera, semejaba una mira de arma de fuego perfectamente alineada; todo esto era antes de entrar al cañón de Galeana, región muy rica y privilegiada en todo tipo de árboles frutales en una región que ahora se conoce como: “El Cielo” Reserva de la Biosfera” para finalmente llegar a Cd. Mante, Tamps. donde pasábamos por un pequeño arroyo que tenía un olor muy pestilente ya que ahí arrojaban los desechos del Ingenio del Mante donde molían la caña de azúcar para producir precisamente azúcar.

Una vez que pasábamos Cd. Mante, ya nuestras ansias de llegar estaban incontrolables y entonces, nuestro Padre “inventó” la “cueva de los feroces” que yo realmente creía que era un tipo de animal llamado: “feroz” y está cueva estaba en un cañón llamado “abra” donde sacaban piedra para construcción.

Cuando ya estábamos próximos a llegar a Cd. Valles, nos empezaba a mostrar el rancho del Tío Luis, el Hotel Colonial y finalmente, llegábamos a Cd. Valles en un viaje que normalmente duraba 7 horas de carretera pero que nuestro Padre hacía en cerca de 10 horas con todas las paradas y detenernos a comer.

Cabe hacer mención que toda la carretera era sumamente angosta y los puentes, que eran muchos, tenían un solo carril, por lo que era una regla que el primer vehículo que llegaba a la entrada del puente, o creía llegar primero, encendía sus luces indicando así que adquiría “el derecho de pasar primero”; sin embargo, no todo mundo era respetuoso, y ocurrían accidentes de fatales consecuencias.

Gracias a Dios, a nosotros no nos tocó nunca el más mínimo accidente en carretera, ya mi Padre era sumamente precavido y aplicaba siempre el dicho: “despacio, que llevo prisa”

Por cierto, en algún momento, los viajes empezaron a iniciarse por la tarde, yo creo que porque éramos muy inquietos y mi Madre cuidaba celosamente la “siesta” de mi Padre y preparaba unos “lonches” deliciosos; siempre le quedaban de campeonato y muy llenadores.

Ya al caer la tarde, cercanos al anochecer, nos parábamos en una parte del camino para “lonchar” y después de esto, nos dormíamos profundamente y yo recuerdo muy claramente que mi Padre, que fumó desde los 12 años hasta el último de sus días ( vivió 86 años) encendía su cigarrillo y abría la aleta delantera derecha (que ya no se usa hoy en día) para dejar escapar el humo del cigarro, y también recuerdo muy claramente, el “ruido” de la uniones metálicas de los puentes con estructura de acero al, pasar las llantas del carro. Por cierto, antes los carros no tenían aire acondicionado, ni CD ni casets, sólo radio A.M. ya que todavía no existía F.M.

Al llegar a Cd. Valles, ya de noche, recuerdo que mi Padre nos cargaba y nos bajaba uno por uno hasta depositarnos suavemente en nuestra cama.

Siempre tuvimos casa en Cd. Valles ya que nuestra Madre era propietaria de una casa de dos pisos en la que la planta baja se la prestaba a una hermana suya; Tía Mercedes y nosotros ocupábamos la planta alta con unas escaleras sumamente altas, ya que los pisos eran muy altos para mitigar un poco el calor. (esa casa estaba frente a la casa de mi Abuelo Romualdo).

También recuerdo que en época de invierno, al ir llegando a Cd. Valles nos empezábamos a poner colorados por el calor y se nos hacía extraño que la gente de Cd. Valles usara chamarras gruesas por tan poco frío.

Los primeros días en Cd. Valles eran “obligados” para visitar Tías y Tíos sin dejar pasar ningún familiar, ya que luego pasaban “chisme” a nuestros Padres de que no los habíamos ido a visitar, por lo que primeramente “cumplíamos” con esta obligación, para luego “divertirnos” de lo lindo, ya que por el poco tráfico que había y que mucha gente nos conocía por las múltiples amistades de nuestros Padres y la familia numerosa, podíamos fácilmente ir al mercado de la ciudad y a la tienda del Abuelo Romualdo donde los empleados nos daban dulces, galletas y chicles sin pagar un centavo.

Cuando yo era niño, a mí me daban “un peso” para que lo gastara en lo que yo quisiera, y rápidamente me iba a la tienda del Abuelo Romualdo para cambiar “mi peso” por 20 monedas de 5 centavos y así “sentir” que tenía mucho dinero.

En la tienda del Abuelo Romualdo, yo me llenaba una bolsa con chicles de esos que traen cuatro chicles en un celofán (Chiclet´s Adams) y en la otra me llenaba de galletas tipo sándwich que obviamente ensuciaban mi pantalón.

Después de pasar visita a las Tías y Tíos, que normalmente lo hacíamos a pie, ya que las distancias eran muy cortas, otro de nuestros pasatiempos era ir a la oficina del Tío Luis Martínez Antonaya, originario del mismo pueblo que mi Abuelo Romualdo y que se casó con mi Tía Celina, hermana mayor que mi Padre y que actualmente vive todavía en Cd. Valles y que tiene cerca de 97 ó 98 años aproximadamente a la fecha que estoy escribiendo esto.

Les comento que esta oficina del Tío Luis, que siempre nos trató muy amablemente, como toda la familia y amistades de nuestros Padres, tenía una caja fuerte monumentalmente grande, o al menos así me parecía a mí, ya que tenía dos puertas y siempre nos decía el Tío Luis que ahí tenía guardado mucho oro y que con gusto nos lo regalaba si lográbamos abrir la caja fuerte, por lo que nos pasábamos horas, pegando el oído a la puerta de la caja para tratar de adivinar la combinación, y que el Tío Luis abría enfrente de nosotros muy rápidamente de tal forma que no podíamos ver la combinación, además de que éramos muy pequeños.

Otro “gran” atractivo era bajar al río Valles, que estaba la bajada a un lado de la oficina del Tío Luis y que el Tío Luis nos encargaba con un muchacho mayor que nosotros para que nos “cuidara” y entonces nos poníamos a emprender la “aventura” de cruzar en lancha con un costo de 10 centavos de ida y 10 centavos de regreso; cabe mencionar que el río Valles en esa parte no tenía una profundidad mayor a medio metro y que era usado como vado para que los vehículos pasaran al otro lado, ya que antes no había puente; sin embargo, viniendo de Monterrey con un río seco, era toda una “aventura”

Otro de los “grandes atractivos, al menos para mi lo era, era ir a “el bosque” un estanquillo que quedaba a media cuadra de la casa del Abuelo donde atendía un viejito de nombre “Don Tomás” que servía una limonadas refrescantes que mitigaban el calor de Cd. Valles, y también tenía una pulpa de tamarindo deliciosa y además, tenía una mesa junto al estanquillo con un frondoso árbol que proporcionaba una sombra agradable; este estanquillo estaba junto a la Cruz Roja de Cd. Valles y ésta junto a la Presidencia Municipal; en fin, todo en Valles era muy reducido comparado con Monterrey.

No podíamos dejar de visitar el Mercado Municipal que tenía muchas cosas que nos atraían, como por ejemplo unos camioncitos de lámina que sólo costaban un peso, por lo que cuando fuimos creciendo, nos aumentaron la cantidad que nos daban a ¡5 pesos! ; todo un dineral, ya que aumentaba mucho nuestro poder de compra, que por cierto, nos decían que sólo nos daban una sola vez esa cantidad, yo creo que para que no nos la gastáramos muy rápido; sin embargo, normalmente nos volvían a reponer nuestro gran capital; qué tiempos aquellos.

No puedo dejar de mencionar que mi Abuelo Romualdo y mi Abuela Inés, fueron siempre muy generosos y donaron el terreno donde está actualmente la Cruz Roja y la actual Catedral.

También quiero mencionar que mi Abuelo Romualdo fundó la primera Compañía que generó electricidad y la primera línea de tranvías que iba de la Presidencia Municipal a la Estación de Ferrocarril, de la que recuerdo que nos gustaba acompañar a mi Madre que acostumbraba comprar “gordas de la estación” una especie de tortilla gruesa rellena de distintos tipos de alimentos muy sabrosos.

Por cierto, a las “gorditas” como los de “Doña Tota” les llaman “bocoles”.

Cuando fuimos creciendo, ya nos prestaban el carro familiar y nos íbamos hasta “El Bañito”, un balneario de aguas azufrosas, aunque más bien preferíamos ir al Hotel Covadonga que esta frente a El Bañito y tenía una mesa doble de boliche que trabajaba en forma manual y que en ocasiones, teníamos que gritarle al acomodador: “ahí va la bola” para evitar que lo golpeara la misma.

También recuerdo que nos íbamos a pasar el día a la playa de Tampico y nos íbamos en un camioncito de redilas de tres toneladas con lona, y otras veces le prestaban a mi Padre la camioneta pick-up marca De Soto de mi tío Luis Martínez.

También recuerdo que ya un poco más grandes, llegábamos los tres hermanos mayores al segundo piso de la casa del tío Luis y la tía Celina, que normalmente estaba desocupado y tenía una terraza muy grande y ahí la pasábamos muy a gusto, ya que además de estar cómodos, mi tía Celina era una excelente cocinera y nos preparaba platillos muy abundantes y deliciosos, y ahí conocí el dulce de fríjol y por primera vez conocí las delicias de las latas de leche “La Lechera”.

Parte del tiempo que pasaba en esa casa, me gustaba darle cuerda a una cajita musical que tocaba la melodía “La Vida en Rosa” una y otra vez hasta que mis hermanos mayores se hartaban y me la “desparecían” con la excusa que a mi tía Celina la podíamos molestar con la música; nunca lo entendí, pero lo aceptaba.

En algunas ocasiones, llegaba de visita a casa de la tía Celina mi primo Cresencio (Cencho) que era de la edad de mis Padres y era también mi Padrino de Confirmación, y le gustaba mucho cocinar y preparaba unas comelitonas súper abundantes y deliciosas, que normalmente el no comía, sólo le gustaba preparar.

No puedo dejar de mencionar, que en Cd. Valles conocí el platillo denominado zacahuil, que es un tamal muy grande hecho en horno tipo panadería y que los antepasados Huastecos elaboraban con carne de venado y jabalí y que ahora ya lo preparan a la orden con los ingredientes que uno quiera y sabe delicioso.

También en Cd. Valles conocí los frijoles negros y la cecina, una carne curada en jugo de naranja con sal y los quesos de “bola”.

Datos curiosos de la época en Cd. Valles:

Los teléfonos eran también de levantarlo y hablar con la operadora para pedirle que te comunicara con otro número; por cierto, el teléfono de mi Abuelo Romualdo era el 96 y cuando me quería comunicar a casa de algún otro familiar, sólo le pedía a la operadora que me comunicara sin darle el número, ya que se los sabían de memoria y además, nos identificaban por nuestro acento norteño, y como el pueblo era pequeño, nos saludaban las operadoras y nos pedían que saludáramos a nuestros padres a quienes conocían muy bien.

En Cd. Valles, en esa época, no había medidores de agua y te cobraban una tarifa única y se tenía que tomar agua de garrafón ya que la de la llave no era potable.

En Cd. Valles a las “sodas” le llamaban “refrescos” y a algunos restaurantes, les llamaban cenadurías ya que sólo habrían por las tardes y noches.